Ir al contenido principal

"Unidos podemos hacer mucho"

 Jueves VII de Pascua 


Hch 22, 30; 23, 6-11

Sal 15

Jn 17, 20-26



    Qué grato es lo que Jesús le pide a su Padre: “que todos sean uno, como tú y yo somos uno”. Y de alguna manera es lo que todos quisiéramos en nuestra vida: nos gustaría tener una familia que se mantenga unida, una sociedad que permanezca unida, una Iglesia que no tenga divisiones, etc. Ahora bien, si tanto deseamos ser una unidad: ¿por qué no lo podemos conseguir?


    Aprender a ser “uno”, es mucho más difícil de lo que parece. Con el tiempo, nos percatamos de que las cosas no son tan sencillas en nuestra vida. Aquella famosa frase, “querer es poder”, implica más esfuerzo y dedicación que solo “querer”. A esta formula le hacen falta algunos ingredientes más para poder alcanzar la unidad que tanto deseamos en nuestro alrededor.


    Jesús nos ha dado ejemplo claro de cómo debe darse la unidad entre nosotros: “para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno”. La prueba de que el Maestro no es un charlatán, sino el enviado verdadero del Padre está confirmado en la fraternidad que tiene con los discípulos, pues la fraternidad es el signo por excelencia del origen divino del cristianismo. 


    En muchas ocasiones hemos buscado diferentes alternativas para conseguir la unidad: si algunos se quieren casar con su mascota, se modifica la ley para darles gusto y así tenerlos satisfechos; que si los padres quieren dar la libertad a sus hijos para que ellos elijan su género, se coloca una casilla extra en el acta de nacimiento con la posibilidad de “indefinido”. Parecería que al hacer caso a las minorías alcanzaremos la unidad. Pero nos damos cuenta de que no es así, sino lo contrario: surgen divisiones y conflictos entre la sociedad.


    Construir la fraternidad es la apologética más segura. Las palabras que nos ha dado el Señor son claras y nos llevan a promover la fraternidad en medio de la sociedad y de la Iglesia. ¿Y cómo se manifestará la fraternidad en medio del mundo? Pues en la capacidad que muestren los hombres de empeñarse en vivir como hermanos; aquel que tiene el ideal de aceptar a cada uno tal como es para tender a la unidad; es aquel que no busca sobresalir, imponer o rivalizar, sino que más bien desea ayudar, comprender y apoyar.


    La clave de la unidad está en el amor: “Tú los amas como me amas a mí… me has amado desde antes de la creación del mundo… que el amor con el que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.Esta es nuestra misión: dejarnos amar por Dios y atrevernos a amar a los demás, para así poder crear una verdadera fraternidad que permanezca unida.


    Pidámosle al Señor que nos conceda “permanecer en su amor” (Jn 15, 9) y así, seamos capaces de permanecer unidos por el amor que ha sido derramado en nuestros corazones por la luz del Espíritu Santo.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pa...

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta...

Renovémonos

Lunes de la segunda semana de Pascua Hch 4, 23-31 Sal 2 Jn 3, 1-8     Todo camino comienza con el primer paso y para poder llegar al destino que se tiene en mente, es necesario tener determinación. Pues eso es lo que podemos ver en Nicodemo al salir de noche al encuentro de Jesús y hacer tan hermosa afirmación: “Maestro, sabemos que tú has venido de Dios…nadie puede hacer los signos que Tú haces, si Dios no está contigo”.       Es evidente que todo itinerario de fe empieza con disponibilidad. Sí, es cierto, Nicodemo tenía disponibilidad, pero todavía estaba muy lejos de captar el misterio de la persona de Jesús y por ende de comprender su doctrina sobre el nuevo nacimiento. Cristo desbarata la lógica humana del fariseo y lo introduce en el misterio del Reino de Dios.      Esto que hemos visto anteriormente surge cuando el hombre renace del agua y del Espíritu. Solo así podemos entender el misterio del Reino de Dios, volvi...