Miércoles XII semana Tiempo Ordinario
Gn 15, 1-12. 17-18
Sal 104
Mt, 7, 6. 15-20
“El Señor nunca olvida sus promesas”, es lo que respondíamos en el Salmo de hoy. Y es que Dios siempre cumple lo que promete, nunca nos quedará mal. Si hacemos memoria, recordaremos que lo primero que le anunció a Abraham fue una tierra: “sal de tu tierra y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (Gn 12, 1).
Dios invita a Abraham a ponerse en camino. Ya sabemos que él no tenía nada de descendencia, pero si una gran ascendencia. ¿A qué nos referimos con esto? Toda la vida de Abraham miraba al pasado, a su origen; no tenía cómo mirar hacia adelante, hacia el futuro.
En un primer momento, Dios no le revela cuál podrá ser su futuro. Simplemente lo pone en camino… “a la tierra que yo te mostraré”. Con este detalle, nos podemos percatar que Dios introduce el futuro en la vida de un hombre que sólo poseía el pasado. Abraham conocía su historia-pasado, pero su futuro era como una pared, como un barril sin fondo.
Conforme pasa el tiempo, Abraham tiene dudas, y ha llegado el tiempo de preguntarle a Dios: “Señor, Señor, ¿qué me vas a poder dar, puesto que voy a morir sin hijos?”. Pero no sólo está la pregunta de nuestro padre en la fe, sino también la respuesta del Señor: “Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes… Así será tu descendencia”. Dios invita a Abraham a mirar los cielos, confrontándolo con el infinito. Lo invita a mirar el cielo sin límites y, por medio de las estrellas, renueva su esperanza, la cual había disminuido con el paso del tiempo. Dios no nos defraudará: lo que Él prometió, lo cumplirá. Ten fe, sé paciente. Al igual que Abraham, así también el Señor nos comunica vida, nos trae vida, nos colma de vida.
“Abraham creyó lo que el Señor le decía”. También nosotros, al igual que él, creamos en todo lo que Dios nos ha prometido y nos otorgará. Por esa razón es por lo cual Jesús nos enseña a valorar y confiar en los proyectos de Dios, los cuales se manifiestan por medio de sus frutos.
Jesucristo, en la perícopa de hoy que hemos reflexionado, nos da un criterio para distinguir a los falsos profetas de los verdaderos. Y ese mismo método lo podemos aplicar para distinguir las promesas y los planes de Dios, de los intereses y vanidades personales.
“Por sus frutos los conocerán”. Más que por sus palabras, por lo que lleguen a decir, hemos de fijarnos en lo que se hace, en las obras. Siendo fieles al mensaje evangélico, podemos decir que los frutos a los que se refiere el Maestro son a las obras de amor, en las cuales su Padre es experto. Las obras más sublimes si no brotan del amor no son nada. ¿Y qué crees? “Dios es amor” (I Jn 4, 8).
No nos dejemos engañar por los falsos profetas, disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. No pongamos nuestra confianza en cualquier cosa o persona. Nuestra confianza total ha de estar anclada al Señor. Y ya sabemos lo que sucede cuando nos abandonamos a Dios: “El Señor siempre cumple sus promesas”. No desesperes, confía en Dios. Él te dará la paz que te prometió, Él te dará seguridad, Él te dará una vida llena de bendiciones. Simplemente confía en Él.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea 🙏padre en ti confío.
ResponderEliminarBendiciones padre Gera
Hermoso texto, gloria a Dios!! ❤️
ResponderEliminarAsí sea!! Dios siempre cumple sus promesas!! Bendiciones Padre Gerardo!!
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