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"La confianza en Dios se recompensa"

 Viernes IX semana Tiempo Ordinario


To 11, 5-17

Sal 145

Mc 12, 35-37



    La historia del libro de Tobías está llegando a su final y, éste, vendrá a ser de color de rosa, puesto que Tobías regresa a la casa de sus padres.


    Ana, la esposa de Tobías padre, alcanza a divisar desde lejos el retorno de su hijo y lo anuncia gozosamente a su marido. Este fragmento del texto me hace recordar una escena del Evangelio de san Lucas, con la diferencia de que el que miraba cómo regresaba el hijo prodigo, era el padre amoroso.


    Este final es completo: vuelve el hijo a casa y lo hace estando casado con Sara; ha cumplido el encargo que se le ha encomendado; se da el encuentro con los padres; el hijo trae una medicina que curará la ceguera de su padre; es un ambiente de amor y de oración de acción de gracias a Dios. Es un hermoso final.


    Ahora bien, de todo lo meditado en este libro de Tobías, hemos de aprender qué mensaje nos quiere dar Dios. Hemos de ser positivos, recordando que, lo que parece desastroso en nuestra vida, muchas veces resulta para bien. ¿Cuántas veces hemos tenido la experiencia de alguna enfermedad, o que hayamos pasado por un accidente, o algún fracaso que nos hizo sufrir, para después gozar de salud, bienestar o alegría en nuestra vida?


    De esta historia, deberíamos aprender una lección: Dios está con aquellos que confían y creen en Él; nuestra oración siempre sube a su presencia; todos los esfuerzos que realizamos por vivir en la honradez, como verdaderos hijos de Dios, no quedarán sin recompensas. El salmo de este día lo termina de constatar: “Alaba, alma mía, al Señor, que mantiene su fidelidad perpetuamente”.


    Por otra parte, el Evangelio de este día, hemos de situarlo en su contexto. Recordemos que los escribas, los fariseos, los herodianos, los saduceos, entre otros, están teniendo una fuerte discusión con el Maestro, haciéndole preguntar difíciles y así poder acusarlo y, por tanto, desprestigiarle ante sus oyentes. 


    Desgraciadamente para ellos, nunca lo consiguieron. Todo lo contrario, Jesús con todas sus respuestas, quedaba mejor que todos ellos y su fama iba creciendo delante de los oyentes. El mismo Marcos nos lo deja muy claro: “La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado”.


    También nosotros, creyentes del siglo XXI, debemos de disfrutar de las palabras de Jesús, de estar a sus pies, escuchando todo lo que sale de su boca. Tenemos que tomar la determinación de dar un paso adelante. Si quieres ser feliz, no olvides cumplir lo que Él nos ha dicho: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11, 28).


    Que la Palabra de Dios de este día nos ayude para abandonarnos con serenidad y fe ante las pruebas que se puedan presentar en nuestra vida. Que tengamos la certeza de que, nuestro esfuerzo por vivir como verdaderos cristianos, no quedará sin recompensa.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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