Miércoles XIII semana Tiempo Ordinario
Gn 21, 5. 8-20
Sal 33
Mt, 8, 28-34
Nuestro Dios, es un Dios fiel. Por ello, la persona misma, debería de corresponder con la misma moneda y serle fiel. Pero, aunque no lo sea (y con mucha frecuencia se sabotea a sí mismo creyendo que si lo es), Dios sigue siendo fiel. Bien lo dice el libro del Deuteronomio: “El Señor se fijó en nosotros no porque fuéramos más numerosos que los demás pueblos, sino por el amor que Él nos tiene… Reconoce, pues, que el Señor es tu Dios, es un Dios fiel” (Cfr. Dt 7, 7-9).
Hoy podemos analizar y contemplar la fidelidad de Dios con Abraham, ya que Él le ha cumplido su promesa: “te haré padre de las naciones” (cfr. Gn 17, 5). Cuando parecía que humanamente era imposible que Abraham pudiera tener un hijo, Dios lo hace posible. Y nace Isaac, el hijo de la promesa, aquel que dará origen a una gran descendencia, llenando de esa manera el corazón de Abraham y Sara.
Pero Dios no es únicamente fiel con Abraham y Sara, sino que lo es también con el hijo de Agar. A pesar de la petición que hace Sara a Abraham, de despedir a Agar y su pequeño, Dios no los dejó solos, sino que los acompañaba, inclusive cuando parecería que se ha olvidado de ellos.
Hoy, en nuestro mundo, parece que Dios esta alejado. Es más, parece que el mundo no necesita de Dios. El hombre de hoy vive inmerso en la inquietud, en la inseguridad, en la angustia de tantas cosas que lo agobian, alejándose cada vez más de Dios. Aunque este mundo parece vaciarse cada vez más de los proyectos del Señor, resuena una palabra de esperanza, de confianza: “No tengas miedo, porque Dios te ha oído”.
El proyecto de Dios para nuestras vidas, muchas veces se mueven de manera extraña para nosotros. Es ahí precisamente en donde debemos de creerle a Dios y confiar en Él, así como lo hizo Abraham. En el pasaje que reflexionamos, el Señor le pide a Abraham que confíe, que haga algo que parecería malo, cruel y de desamor a los ojos del hombre: mandar al desierto a su criada y a su hijo. Sin embargo, Dios le asegura que cuidará de ellos, haciendo de Ismael un gran pueblo.
Con esta acción, el Señor nos muestra que la lógica humana está muy lejos de entender el proyecto de Dios. Los planes y proyectos de Dios se van realizando en nuestra vida cuando depositamos nuestra confianza en el Señor. En palabras del Nuevo Testamento sería dejarnos guiar por el Espíritu Santo. Permite que Él te guíe: ten fe.
El milagro que realiza Jesús sobre los endemoniados de Gerasa, tiene una finalidad: liberar y curar. Así como Dios nos muestra su poder en la primera lectura, así el Hijo del hombre nos muestra que es superior al mal y hace todo lo posible por humanizar y liberar a todo aquel que pueda encontrarse esclavo del pecado. Jesús sigue luchando contra el mal: el mal que existe dentro de nosotros, el mal que acongoja al mundo.
¿No seremos como aquellos gerasenos, que desaprovecharon la presencia del Mesías y se cierran completamente a ser curados de sus males? Estaría bien pedirle que nos libere de aquellas cadenas que nos atan, de la indiferencia del pecado, que nos hace llevar una vida disoluta. No tengas miedo: confía en el Señor. Él no te deja sólo, está contigo. Permítele sanar todo aquello que congoja tu corazón y restaure la paz que tanto añoras en la vida.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea por los siglos de los siglos 🙏 Dios gracias por que tu siempre cumples tus promesas.
ResponderEliminarUn abrazo padre Gerardo.
Bendecido día.