Martes XII semana Tiempo Ordinario
Gn 13, 2. 5-19
Sal 14
Mt, 7, 6. 12-14
Vaya ejemplo que nos ha regalado nuestro padre en la fe. Abraham no es únicamente un prototipo de cómo hemos de responder al Señor por medio de la fe y la obediencia, sino también cómo se tiene que ser ante los demás: tolerante, generoso y respetuoso.
La situación que se crea entre él y su sobrino Lot, puedo haberse salido de control y caer en una disputa debido a los múltiples bienes que poseían. Pero no fue así. Abraham es magnánimo con su sobrino, puesto que le da a escoger las tierras que él desee. Lot eligió lo mejor, según nos narra el libro del Génesis, “Lot levantó los ojos y vio todo el valle del Jordán, hasta llegar a Soar, era de regadío; era como el paraíso o como la región fértil de Egipto”.
Podemos caer en el pensamiento: ¡qué tonto ha sido Abraham! No eligió lo mejor y, por ende, le tocaron las tierras más secas. No nos quedemos con lo aparente, vayamos más allá. La elección de Abraham va más allá de lo superficial, puesto que él elige a Dios, elige hacer el bien. Y ya sabemos lo que sucede cuando uno elige los caminos del Señor: es recompensado con su bendición y abundancia.
En la vida del cristiano, a veces, lo que falta no es la fe, sino más que nada un buen corazón, puesto que la persona buena es la que “procede honradamente y obra con justicia; el que es sincero en todas sus palabras y con su lengua a nadie desprestigia. Quien no hace mal al prójimo, ni difama a su vecino… ése será agradable a los ojos del Señor eternamente”.
Jesús nos va mostrando el camino a seguir y nos dice lo que tenemos que hacer para ser auténticos discípulos suyos: “traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes”. Es una manera muy particular de formular el primado del amor. Tal vez no es la única, pero sí nos resulta demasiado comprensible y fácil de asimilar.
Todos queremos que se respeten nuestros derechos, que se nos comprenda mejor y se perdonen nuestros errores. Anhelamos que se nos den nuevas oportunidades. Por desgracia, cuando contemplamos a los demás, no somos tan empáticos, nos cuesta trabajo meternos en sus zapatos.
El Señor lo sabe perfectamente, por eso nos dice: “Esfuércense por entrar por la puerta estrecha”. Es decir: esfuérzate por buscar cumplir la voluntad de Dios y no en realizar tus caprichos y deseos personales. “Entrar por la puerta estrecha” puede resultarnos difícil, seguramente por el equipaje que llevamos con nosotros, llenos de egoísmos, de traiciones, de odios, de resentimientos. Créeme: vale la pena viajar ligero, sin nada de esto. Haz la prueba y verás.
“No echemos las perlas a los cerdos”. “No echemos en saco roto la gracia de Dios” (cfr. II Tm 2, 14). No permitamos que nuestro pensamiento este lejos de las enseñanzas del Señor y que nuestro corazón no se abra a su amor. Permitamos que Él siga guiando nuestra vida y acojamos en nuestra vida todas sus palabras, puesto que “sólo Él tiene palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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