Lunes XII semana Tiempo Ordinario
Gn 12, 1-9
Sal 32
Mt, 7, 1-5
Jesús, experto y conocedor del corazón del hombre, de una manera sumamente sencilla, nos relata lo que muchas veces sucede entre nosotros. Aquí se muestra cómo nos conoce el Maestro. Sus enseñanzas, sus parábolas y acciones, apuntan a situaciones en las que nos podamos encontrar en momentos determinantes de nuestra vida.
¿Cuántas veces tenemos un ojo que ve con una precisión asombrosa los defectos de los demás, siendo este mismo incapaz de reconocer los propios defectos? Tenemos una mirada penetrante para ver las imperfecciones más pequeñas del prójimo, pero no logramos descubrir nuestra propia imperfección, que muchas veces es hasta mayor que la de los demás. Es lo que el Señor nos quiere decir con el ejemplo de la paja en el ojo ajeno y de la viga en el propio ojo.
Claro que podemos corregir a nuestros hermanos buscando su bien. Pero antes de pasar a esta acción, debemos corregir nuestra propia persona, nuestra propia actitud. Y una vez que esté limpia nuestra vida y mirada, ahora sí, podremos ayudar a los otros a limpiar su propia vida.
Es ello, en esa misma línea, Jesús nos pide: “no juzguen y no serán juzgados”, que, con cierta amplitud, se puede traducir también por “no condenen y no serán condenados”. De esta manera será acertadas y convenientes las palabras de Jesús: “con la medida que midas, serás medido”.
¿Cuántas veces la palabra de Dios nos habla del “salir”, “dejar” o “ir” a otro lugar, siendo una contraposición al “qué a gusto estamos aquí: hagamos tres chozas”? Así como Dios invitó a Abraham a “salir de su tierra, a dejar su parentela y la casa de su padre”, así también Cristo nos invita a salir de la critica, del juzgar y del ponernos por encima de los demás, creyéndonos mejores y superiores a ellos.
Al igual que nuestro padre en la fe, nosotros tenemos que ser capaces de ponernos en movimiento, de poner nuestra confianza en el Señor. Ante la llamada de Dios, la respuesta de Abraham sale del corazón, con una actitud que refleja obediencia filial al Padre. Cree en una palabra-promesa casi imposible, seguro y confiado de que será bendito él y su descendencia.
También a cada uno de nosotros el Señor nos dice hoy: “Sal”. “Sal” de tu rutina, de tu egoísmo, de tus prejuicios, de tus miedos, de tus críticas, de tu manera de juzgar a los demás. Si salimos de todo esto, seremos bendición para todos los que nos rodean.
La palabra de Dios este día es una buena ocasión para reflexionar. Por ello, pidámosle al Señor que nos conceda salir de nuestros egoísmos y que nos haga conscientes de que hay muchas cosas que perfeccionar en nosotros mismos antes de fijarnos en las imperfecciones de los demás y, sabiendo que Dios es misericordioso con nosotros siempre, hagamos lo mismo con nuestros hermanos, antes de juzgarlos o descalificarlos.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea!! Señor en tus manos estoy!! bendecida tarde!! Gracias Padre Gerardo!!
ResponderEliminar