Lunes XIV semana Tiempo Ordinario
Gn 28, 10-22
Sal 90
Mt, 9, 18-26
La palabra de que Dios trasmite a Jacob, perfectamente puede ser aplicada a todos nosotros, ya que Él está con cada uno de nosotros, nos ama y nos acompaña en toda nuestra existencia.
A lo largo de la Sagrada Escritura podemos observar cómo Dios, en diversas ocasiones y de diferentes maneras, se comunica a sus hijos por medio de sueños. Es lo que nos presenta hoy el libro del Génesis: un sueño de Jacob. En ese sueño, Jacob ve una escalera y en lo más alto de la misma, está Dios, el cual se dirige a él, recordándoles que es el Dios de sus padres Abraham e Isaac y reiterándole la promesa que había hecho con ellos. También el Señor le dará en posesión la tierra y una gran descendencia. Esa es la manera por la cual Dios lo bendecirá, estando con él siempre.
Jacob confía en esa promesa, da crédito a esa visión e inmediatamente responde erigiendo una estela, dando nombre a aquel lugar: “Betel”, es decir, “la casa de Dios”, ya que Dios estará presente en ese sitio.
Lo mismo que le sucedió a Jacob, nos sucede a nosotros. Dios se manifiesta a lo largo de nuestra vida con múltiples y diferentes señales. Aquí lo interesante y meramente importante, como Jacob, será hacer una buena lectura de los acontecimientos de cada día, reconociendo en ellos la mano bondadosa del Señor, lo mismo que el dueño de la sinagoga y la mujer hemorroisa que nos narra el pasaje del Evangelio.
Quién acude a Dios con plena confianza, nunca se sentirá defraudado. Lo podemos constatar en el Evangelio: los dos milagros se llevan a cabo por la fe puesta en el Señor.
Aquella mujer cree que si logra tocar el manto de Jesús quedará curada. Y se realizó tal como ella lo creyó: “Hija, tu fe te ha salvado”. En el caso de la niña, Jesús accede a la petición del padre, va con él, se acerca a la niña y la levanta, volviendo en ella la vida.
Dios prometió estar siempre con Jacob y su descendencia y también esa promesa es para nosotros. Siempre que acudimos a Él, con una verdadera fe, con un abandono total, confiando en todo su poder, Él nos escucha, Él no atiende. La obra de Dios puede ser realizada en medio de nosotros sí creemos plenamente en su poder, en su amor, en su lealtad.
Hoy en día es difícil abandonarse completamente al proyecto de Dios, puesto que muchas veces lo sentimos como un Dios lejano. Pero Él está muy cerca, más cerca de lo que puedes imaginar. Sólo tiene que estar pendiente de todos aquellos signos y gestos que emplea sobre tu vida. No olvidemos que, “lo esencial es invisible a los ojos” (Antoine de Saint-Exupéry).
Es hora de ya no tener miedo, sino de abandonarnos a Dios, sabiendo que nunca está lejos de nosotros, sino más bien somos nosotros los que nos alejamos de Él. Que el Señor nos conceda la gracia de poder contemplarlo en todas nuestras empresas y de confiar que Él nos acompaña siempre.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
ResponderEliminarAsí es cuantas veces queremos ver la manifestación de Dios en cosas con mucho revuelo y vamos olvidando que Dios es sencillo por eso es el alejamiento sin darnos cuenta que se manifiesta desde que nos permite ver la luz de un nuevo día, poder movernos tener un techo alimento vestido familia bueno se nos ha olvidado que ahí esta Dios perdón Señor por no agradecerte cada momento de nuestra existencia.
Gracias padre Gerardo tenga un día lleno de bendiciones, saludos a sus papás.