Viernes XV semana Tiempo Ordinario
Ex 11, 10- 12, 14
Sal 115
Mt, 12, 1-8
El día de hoy, en la primera lectura, se nos describe la cena pascual, tal como es celebrada por los judíos, recordando aquella noche decisiva de la historia de salvación, cuando Dios, con la guía y ayuda de Moisés, dio la libertad al pueblo de Israel por medio del éxodo.
La liturgia de la Palabra no nos ofrece todos los pasos para esta acción. Por ejemplo, no reflexionamos sobre las plagas que el Señor envió a los egipcios. La única plaga que se nos presenta es la décima y última, es decir, la de la muerte de los primogénitos de las familias egipcias.
Aquella cena de despedida está descrita con ritos que posteriormente se harán usuales: la reunión en familia, el sacrificio del cordero y la marca de las puertas con la sangre del mismo, la cena se hace a toda prisa, con panes ácimo y hierbas amargas. Esta celebración será repetida cada año, puesto que “ese día será para ellos un memorial que celebraran como fiesta en honor del Señor”.
Aquella experiencia de Israel, en la primera Pascua, nos ayuda a comprender la segunda, realizada por Jesucristo, que se nos comunica en el aquí y ahora por medio de la Eucaristía. Para los cristianos, la verdadera Pascua se ha cumplido en Jesucristo: Él atravesó las aguas de la muerte para entrar en vida eterna y así, como el nuevo Moisés, nos conduce a todos a la plenitud de la vida.
Recordemos lo que significa la palabra “Pascua”: “paso o tránsito del Señor”. Fue el Señor el que pasó por en medio de Israel, aquel que ante las puertas de los judíos no erradicó la vida, sino que pasó de largo. Es aquel que ha hecho pasar a Israel de la esclavitud a la libertad.
Por ese, cada vez que celebramos la Pascua del Señor por medio del memorial de la Eucaristía, es el mismo Señor, pero ahora resucitado, el que nos hace participar en su paso de la muerte a la vida, nos hace entrar en su Pascua eterna.
Por otra parte, se nos narra en el Evangelio la controversia que tienen los fariseos con Jesús y sus discípulos, puesto que éstos hacen lo que no está permitido hacer el sábado. Es cierto, los fariseos exageran en su interpretación: ¿cómo puede ser una falta arrancar unas espigas por el camino y comerse el grano? Es por lo que Jesús defiende a los suyos, empleando argumentos sólidos y contundentes.
Si nosotros también somos muy legalistas o exigentes, si nos encontramos en actitud de siempre estar criticando o condenado a los demás, esta lección nos casca perfectamente. Ciertamente tenemos que cumplir con la ley, tanto civil como religiosa, pero es no nos debe de convertir en personas intransigentes.
Jesús nos enseña a ser verdaderos humanos, a ser comprensivos, y lo hace citando al profeta Oseas: “Misericordia quiero y no sacrificios”. El Señor lo que quiere es que cumplamos la ley, pero sin olvidar que, sobre la ley, siempre estará el amor.
Que Dios nos conceda, por medio de la Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor, aprender a ser misericordioso y compasivos con nuestro prójimo.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea!! Gracias Señor por tu grande amor !! bendecido día Padre Gerardo, gracias!!
ResponderEliminarDios nos ayude a ser más compacibos con nuestros hermanos gracias que este bien padre cuidece
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