Martes XVI semana Tiempo Ordinario
Ex 14, 21- 15, 1
Ex 15
Mt, 12, 46-50
La liturgia de la Palabra del día de hoy nos propone dos textos bastantes conocidos por todos y, a la vez, con una idea en común: Dios actúa cuando se lo permitimos. Si no lo dejamos, si no le damos oportunidad, somos nosotros los que nos cerramos a su acción salvadora y no deseamos cumplir su voluntad.
En la primera lectura nos encontramos con la famosísima escena de la liberación de Israel al pasar por en medio del Mar Rojo sin mojarse, mostrándonos cómo el Señor protegía a Israel cuando huían de la tierra de Egipto.
“Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto” es lo que dicen lo egipcios. Esta es una afirmación fundamental. Contemplamos que, los páganos (los egipcios) han reconocido al Señor y cómo Éste los ha salvado.
Dios tiene un único propósito: la felicidad de su pueblo. Es por eso que camina con el pueblo cuando el pueblo le permite caminar con Él; Dios se comunica a su pueblo cuando lo quiere escuchar. Este es un claro ejemplo de cómo Dios sale a nuestro encuentro cuando nosotros nos abrimos a ese encuentro.
Pero el Señor no controla, no violenta a las personas y mucho menos los priva de su libertad. La misión de Dios no es la de ser un guardián o un vigía. Cada uno de nosotros somos los que decidimos que acciones vamos realizando en nuestra vida, somos los responsables de las decisiones que hemos tomado. Yahvé, como lo hemos visto, respeta y colabora en nuestras decisiones en la medida en que lo dejemos colaborar.
En el Evangelio encontramos una respuesta muy paradigmática de Jesús: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que cumplen la voluntad de mi Padre”. Hablar de la voluntad de Dios es un marco en la espiritualidad cristiana. En muchas ocasiones hemos escuchado decir: “eso es la voluntad de Dios”, “esto es la voluntad de Dios para mí”, pero ¿quién conoce el querer de Dios?
Para conocer la voluntad de Dios, el Nuevo Testamento nos ofrece una metodología a seguir: nosotros hemos de conocer la voluntad de Jesús para poder saber cuál es la voluntad de Dios. Hemos de hacernos a la voluntad de Jesús y esto es hacer la voluntad del Padre.
Si tenemos en claro esto, que la voluntad de Dios es la voluntad de Jesús y que nosotros somos seguidores de Jesús, cada uno de nosotros verá en cada momento de la vida como llegar a hacer de Dios nuestro todo y podremos poner nuestra propia vida al servicio del Reino de los cielos.
Por esa razón tenemos que distinguir lo que se encuentra fuera de ese marco, puesto que eso no es la voluntad de Dios, sino la voluntad propia, que se antepone al Señor. Es por ese motivo que la sentencia de Cristo es clara, ya que no está en contra de su madre o hermanos, sino que Él sabe que “los que cumplen la voluntad de su Padre”, esos son su madre y sus hermanos, sino en aquellos que dicen hacer la voluntad de Dios pero no es así.
Que la gracia del Señor nos lleve a abandonarnos completamente a los proyectos y planes que tiene para nosotros, para que así Jesús nos pueda señalar como aquellos que pertenecemos a su familia, puesto que Él sabe que nosotros “escuchamos su Palabra y la ponemos en práctica”.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea gracias Señor por hacernos libres con tu amoroso corazón. 🙏
ResponderEliminarBonito día padre Gerardo.