Martes XIV semana Tiempo Ordinario
Gn 32, 22-32
Sal 16
Mt, 9, 32-38
El día de hoy, en la primera lectura, se nos presenta un episodio de la vida de Jacob; éste lucha contra “alguien” toda la noche. Siendo honestos, Jacob se la pasa luchando para obtener lo que quiere, desde el seno maternos, hasta su muerte.
Un dato curioso y sumamente importante es que en todas sus luchas sale bendecido. Es más, podríamos decir que Jacob lucha para conseguir la bendición: lo hace con su hermano, con su suegro, con los distintos pueblos, hasta con “este personaje misterioso”, el cual lo bendice y le asegura la protección de Dios.
Al igual que Jacob, nuestra vida de fe es un combate, un combate espiritual, como dirían los antiguos. Nuestras luchas no deben de ser combatidas con ferocidad o por puras fuerzas físicas. Así como ha luchado Jacob, también nosotros debemos combatir, es decir, con la bendición de Dios, sabiéndonos protegidos por Él, confiando en aquella fuerza que nos otorga por medio de su Espíritu.
Aprendamos a poner nuestra vida en las manos de Dios, como lo hizo Jacob. Orar como nos lo indicaba el Salmo: “Yo te invoco porque me respondes… muéstrame las maravillas de tu misericordia… guárdame como a las niñas de tus ojos y a las sobras de tus alas escóndeme”. Es necesario pues, confiarnos al Señor, abandonarnos a él, puesto que muchas veces estamos cansados, extenuados o confundidos.
Es lo que Mateo nos deja entre ver en el Evangelio de hoy. Al igual que aquella muchedumbre, el Señor se fija en nosotros y “se compadece, porque estamos extenuados y abandonados, como ovejas que no tienen un pastor”.
No hemos de tener miedo. Al contrario, hemos de fiarnos completamente al Señor, al igual que lo hizo Jacob. Debemos de creer y confiar en lo que “aquel hombre misterioso” le dijo a Jacob: “En adelante ya no te llamarás Jacob sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has salido victorioso”. Podemos luchar contra dioses y hombres y salir victoriosos porque Él está con nosotros y combate a nuestro lado.
Tal vez nos suceda lo mismo que aquel hombre mudo, que estaba poseído por un demonio. Puede ser que también nosotros debemos de ser liberados para poder cantar y proclamar las grandezas del Señor. Hoy en día es fácil dejar que estos demonios nos enmudezcan y no nos permitan hablar de la Buena Nueva, o que nos cieguen y no podamos dirigir nuestros pasos por el camino de Dios, o que nos ensordezcan haciéndonos sordos a la voz del Señor.
Hoy y siempre Jesús nos sana. Él quiere que estemos limpios para hacer grandes cosas en su nombre, para poder luchar el combate espiritual y, con la bendición de Dios, salir siempre vencedores del mal. No sigamos confiando única y exclusivamente en nuestras fuerzas. Ciertamente son necesarias, pero nunca son suficientes. Necesitamos un empujoncito, una fuerza externa, y esa solamente la podemos recibir de Dios. Que el Señor nos conceda su bendición para poder afrontar este combate espiritual de nuestra fe y salir vencedores.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea Gracias Señor Díos
ResponderEliminarHola padre buen día gracias por compartir el evangelio
Así sea 🙏bendecido día
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