Sábado XIV semana Tiempo Ordinario
Gn 49, 29-32; 50, 15-26a
Sal 104
Mt, 10, 16-23
“No tengan miedo”: ese es el mensaje tranquilizador que nos ofrece nuestro Señor el día de hoy.
José le externa a sus hermanos que “no tengan miedo”, puesto que ellos piensan que él, por el hecho de ser ahora un hombre poderoso, tomará represalias contra aquellos que lo traicionaron, tomándoles en cuenta todo el mal que le hicieron. Pero no es así. Contra todo pronóstico, muy lejos de vengarse, José acoge a sus hermanos y a toda su descendencia, prometiéndoles velar por ellos y mantenerlos a salvo de toda adversidad. Así es la manera de obrar de Dios, el cual, es capaz de transformar el mal en bien. Aquello malo que los hermanos le han hecho a José, el Señor lo convierte en bien, forjando de ellos un pueblo numeroso.
Es por ese motivo por lo que no debemos temer, puesto que Dios está de nuestro lado y cuida de nosotros. Si aprendemos a leer la acción y la fidelidad de Dios en nuestra vida, a ejemplo de José, no habremos de temer, puesto que sabemos que Él está con nosotros en cada instante y momento. Aún cuando atravesemos áridos desiertos, terribles tormentas, noches de tristeza y desolación, Dios nos visitará, nos guiará a la tierra prometida.
“No les tengan miedo” nos dice Jesús, refiriéndose a aquellos que se oponen o ponen en tela de juicio su mensaje y acción salvadora. Pese a todas las dificultades y las persecuciones que se puedan desencadenar en nuestra vida, hemos de mantener nuestra confianza en el Señor, pues al final de nuestra vida todo cobrará sentido en Dios.
El Maestro sabe que la vida del discipulado no es sencilla, que vendrán muchas complicaciones en su misión. Es por ese motivo que los consuela, les suscita ánimo a sus seguidores para que puedan realizar la tarea que Él nos dejo: predicar el Evangelio.
Aquello que decía a sus Apóstoles, también nos lo dice a nosotros hoy: “no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Nos puede ir mal en lo exterior, ser maltratados, no ser recibidos, ser calumniados y juzgados, incluso se nos puede arrebatar la vida, pero nada podrá matar el alma, es decir, nadie nos podrá separar del amor que Cristo nos tiene (cfr. Rm 8, 35ss).
Dios nos conoce en toda la expresión de la palabra: “antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía” (Jr 1, 5) y no solo nos conoce a fondo, sino que se preocupa constantemente por nosotros, al grado de “tener contados hasta los cabellos de nuestra cabeza”. El Señor cuida de nosotros a pesar de las tribulaciones que podamos sufrir en nuestra vida. No tengamos miedo, estamos en buenas manos.
El amor de Dios que tiene por cada uno de nosotros es tan grande que en ningún momento de nuestra vida nos dejará solos. Él camina con nosotros, algunas veces va delante para mostrarnos el camino a seguir, otras tantas a nuestro lado, para ayudarnos a cargar con nuestra cruz, y otras más va detrás de nosotros, listo por si queremos regresar a lo que éramos antes. No lo dudes más, no tengas miedo, sino que empieza a confiar en el Señor.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

Bendito y alabado sea Dios.
ResponderEliminarBendecido día padre