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"Ser signos de perdón"

 Miércoles XIV semana Tiempo Ordinario


Gn 41, 55-57; 42, 5-7. 17-24

Sal 32

Mt, 10, 1-7



    Meditamos en la primera lectura los primeros pasos del acercamiento de José a sus hermanos. Sólo para contextualizar un poco: recordemos que los hermanos de José le tenían mucha envidia y lo habían vendido como esclavo a una caravana que pasaba por aquel lugar. Ya han pasado algunos años desde aquel acontecimiento. Ahora, sin que los hermanos lo sepan, están frente a su hermano, pidiendo víveres para sobrevivir la hambruna que se comenzaba a extender en aquella región.


    José los reconoce, sabe quienes son ellos. Sin embargo, la manera en la que el autor sagrado nos narra la historia nos quiere hacer caer en la cuenta de algo: antes de que José los perdone, porque así será, nos recuerda que ellos hicieron el mal, abandonando a su hermano, vendiéndolo por envidias.


    A José se le ha presentado una oportunidad de oro para vengarse de sus hermanos. Pero no fue así. A pesar de que ya ha pasado mucho tiempo, José no siente ni odio, ni rencor. Al contrario, se alegra del encuentro con sus hermanos, llora de la emoción, pues existe la posibilidad de volver a ver a su padre.


    Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que la grandeza y magnanimidad de nuestros actos, la generosidad y desinterés de nuestro corazón, como agradecimiento de los dones que hemos, nos muestra como verdaderos hijos de Dios, manifestando al mundo que estamos llamados a perdonar y amar a todos aquellos que nos han ofendido o insultado. 


    Si contemplamos este episodio iluminado por la luz del Nuevo Testamento, nos daremos cuenta de que José, aquel que ama y perdona a sus hermanos, nos direcciona hacia Jesús, nuestro Maestro, Aquel que está siempre dispuesto a perdonar porque nos ama. No importa quién es el pecador, un desconocido (como lo puede ser la mujer que ha sido descubierta en flagrante adulterio: cfr. Jn 8, 1-11) o un buen amigo (Pedro que lo ha negado cfr. Mt 26, 69-75; Lc 22, 54-62; Mc 14, 66-72), Jesucristo siempre otorgará el perdón.


    Cristo sabe que el núcleo de la su predicación es anunciar el Reino de Dios: “Arrepiéntanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15). En ese “arrepentimiento” es donde se otorga el perdón de nuestros pecados. 


    Por otra parte, Jesús nos hace colaboradores de su misión. Sabe todo lo que hay en el hombre, porque nos conoce y desde siempre nos ha amado. Él, fijando su mirada en nosotros, nos llama. Ya no se fija en las apariencias, sino en el corazón. Cristo nos constituye como apóstoles, es decir, como enviados. Nuestra misión será la de proclamar la Buena Nueva del Reino de Dios a todos los hermanos y que mejor que empezar con el perdón a nuestros agresores. 


    “Dime con quien andas y te diré quién eres”. Parafraseando un poco aquel famoso refrán, podríamos decir: “dime a quien sigues y te diré cuánto amas, cuánto sabes perdonar, cuánto estas dispuesto a llevar la Buena Nueva a tus hermanos”. Dejemos que el amor de Dios siga alimentando nuestra vida y podamos ser signos de su perdón.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

  1. Gracias Señor por tu perdón y enséñame a perdonar como lo haces tú
    Buen día padre Gera

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