Martes XVII semana Tiempo Ordinario
Ex 33, 7-11; 34, 5-9. 28
Sal 102
Mt, 13, 36-43
Al meditar la primera lectura de este día vemos como se lleva a cabo la renovación de la alianza pactada entre Dios y los hombres.
En un primer momento vemos que Moisés levanta la tienda de Dios, la “tienda del encuentro”, colocándola a cierta distancia del campamento para que todos aquellos que así lo deseen, consulten al Señor. Es allí donde el Señor habla con toda confianza. Lo hace “cara a cara, como habla un hombre con un amigo”. Hoy en día aún existe esa “tienda del encuentro”: el Sagrario. Ahí es donde uno puede acercarse a hablar con Jesús, con la confianza y seguridad que Él nos escucha como un excelente amigo.
Moisés sabe que el pueblo no ha sido del todo fiel a la alianza que ha establecido el Señor con ellos, pero como un excelente hombre, que ama profundamente a Dios y a su pueblo, intercederá por él. Moisés buscará que Dios perdone las ofensas y rebeldías de su pueblo, invitándolo a renovar su pacto de amor con Israel.
Actitud maravillosa y humilde la que presenta Moisés al Señor: “postrado en tierra le suplicó”. Esta imagen me recuerda a todas aquellas madres que pasan noches llorando por la conversión de sus hijos; o parejas que se ponen en la presencia de Dios para que Él les ayude en su relación cuando un problema surge entre ellos; o tantas religiosas que consagran su vida a la contemplación de Jesús Sacramentado, orando por todas las necesidades de la Iglesia. ¡Qué poderosa es la oración de intercesión por el otro!
Tal vez nosotros también somos como aquel pueblo: “un pueblo de cabeza dura”. Si es así, también nosotros necesitamos acercarnos al Señor para que perdone nuestras culpas y pecados, pidiendo que nos acepte como heredad suya. Reconocer que muchas veces nos hemos equivocamos no es malo, pero sí nos ayuda a buscar cambiar todo aquello que no estamos haciendo mal, volviendo al amor del Padre.
Si alguna vez no entendemos algo, no dudemos en acercarnos a la “tienda del encuentro”, ahí donde se puede hablar con el Amado cara a cara, en dónde estamos seguros de que Él nos escucha, del mismo modo en que “un hombre habla con un amigo”. Y eso lo hemos contemplado en el Evangelio: “Se acercaron sus discípulos y le dijeron: explícanos…”.
Nos queda claro que Jesús tenía un empeño especial con sus discípulos, aquellos que habrían de ser los continuadores de su predicación, explicándoles con más intensidad y detalle su mensaje.
Todos los seguidores del Señor nos podemos ver reflejados en sus palabras. También en nuestro corazón hay trigo y cizaña, bien y mal. Deseamos hacer el bien, pero el mal nos acecha y tienta. Muchas veces nos desesperamos de esto y nos gustaría arrancar la cizaña y no esperar, pero es necesario esperar, ser pacientes como Dios es con nosotros.
Hoy Jesús nos sigue hablando y explicando la Escritura. Es necesario encontrarnos con Él, reconocer que hemos pecado, que hemos traicionado su amor. También tenemos que reconciliarnos con el Padre, reafirmando en nuestro corazón la alianza de amor que pactó en cada uno de nuestros corazones.
¿Y si hoy dejamos que el Amor venza? No lo dudes, vuelve al Señor, Él te está esperando.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Bendito y alabado sea Dios no hay mejor fuerza que la que nos da Nuestro Padre Celestial.
ResponderEliminarBendiciones padre 🙏
Que así sea!! Gracias señor por tu amor!! bendecido día!! Gracias Padre Gerardo!!
ResponderEliminarCómo una Madre que nunca se cansa de esperar a sus hijos a si es él nunca se cansa
ResponderEliminarGracias padre Gera Dios lo bendiga 🙏