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"¿A quién iremos?"

 XXI Domingo del Tiempo Ordinario: Ciclo “B”


Jos 24, 1-2. 15-17. 18

Sal 33

Ef 5, 21-32

Jn 6, 55. 60-69



    El hombre, a lo largo de toda su vida, busca la felicidad. Cada nuevo día que amanece se le presenta una nueva oportunidad para ser feliz. ¿O quién de nosotros despierta pensando: hoy no quiero ser feliz; hoy quiero pasar un día sumergido en el enojo y la tristeza? Absolutamente todos preferimos la felicidad a la tristeza.


    Y es que Jesús es lo que quiere para nosotros; “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (cfr. I Tm 2, 4). El Maestro quiere que tengamos vida, alegría, felicidad, etc. Por eso nos invita a ir a Él, a alimentarnos de Él.


    Tal vez nos pueda suceder lo mismo que a los del Evangelio. Aquellos hombres, al escuchar decir a Jesús, “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”, decidieron no creerle, darle la espalda. Las palabras que Jesús decía comenzaban a parecerles “intolerables, inaceptables”. Pero Jesús, más que ceder ante la huída de muchos, reafirma su mensaje y la exigencia que conlleva el seguirlo.


    Jesús les comparte: “¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha”. ¿Qué significan estas palabras del Señor? Eso de comer la carne, no busca quedarse en una cosa terrenal, sino que es una anticipación a su Cuerpo Resucitado. Es decir, Jesús nos está hablando de una realidad material que se transformará en una realidad espiritual por medio del Espíritu.


    Nuestra fe tiene que ser firme y perseverante. Puede sucedernos que, inicialmente, hemos elegido a Dios. Pero no basta elegirlo solo una vez en la vida y olvidarnos con Él con el tiempo. Esa elección hay que estarla renovando constantemente, especialmente ante ciertas disyuntivas que se presentan en la vida.


    Seguir a Jesús significa optar por Él en cada circunstancia de nuestra vida. No basta elegirlo una vez y después irnos desviando poco a poco de su camino. Nuestra elección tiene que ser constante y perseverante. Si no, también a nosotros nos puede suceder lo mismo que el pueblo de Israel, que, a lo largo de su historia, se fue desviando y optaba por otros dioses. Tenemos que elegir: o escogemos la idolatría o decidimos servir al Señor.


    También nosotros hemos de hacer opciones en nuestro seguimiento al Señor ya que es imposible servir a Dios en los ídolos modernos: el dinero, el poder, el placer, etc. Aquella elección que hizo el pueblo de Israel y los seguidores de Jesús, también se nos presenta a nosotros. Cristo también nos pregunta: “¿También ustedes quieren dejarme?”.


    Sería grato que nuestra respuesta sea como la de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna”. Y es que, ¿a dónde podremos ir fuera de Dios? Bien sabemos que Él es el único que nos puede dar vida, y vida en abundancia.


    Creer en Jesús y en su misterio de “pan de vida” ha sido un momento distintivo del verdadero seguidor. Y lo es también hoy. El Maestro quiere que creamos en Él, sin pruebas. En eso consiste la fe, en abandonarnos totalmente a Dios.


    La elección y opción por Dios se da día con día, así como la búsqueda de nuestra felicidad. La decisión es nuestra: ¿queremos tener vida en abundancia? Sigamos al Señor, fuente inagotable de vida, de felicidad, de amor.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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