San Bartolomé, Apóstol
Fiesta
Ap 21, 9-14
Sal 144
Jn 1, 45-51
Hoy celebramos la fiesta del apóstol san Bartolomé (o también conocido como Natanael). El evangelista san Juan nos relata cómo se ha suscitado su primer encuentro con Jesús, el cual, se vive con tanta viveza que nos resulta fácil incorporarnos en la escena.
Sabemos bien que Jesús se encuentra con Andrés y Felipe: “Maestro, ¿dónde vives? Él les respondió: Vengan y lo verán” (Jn 1, 36-39). Este último, poco después del encuentro dado con el Maestro, entusiasmado, busca a su amigo Natanael para comunicarle que ha encontrado a quien Moisés y los profetas estaban esperando: “Jesús, el hijo de José, el de Nazaret”.
Resulta un poco sorprendente la respuesta de Natanael ante tal noticia: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. Una afirmación escéptica, poco entusiasta. Bartolomé se resistía a creer que algo bueno podía salir de un pueblo tan insignificante como lo era Nazaret. Ahora, no olvidemos que los judíos esperaban a un Mesías poderoso.
Ante esta primera resistencia, Felipe no se desanima. Al contrario, lo invita personalmente para que Bartolomé lo compruebe: “Ven y lo verás”. Natanael hace caso. Va y se da el primer encuentro con el Maestro. Aquello que parecería una casualidad, en los planes de Dios ya estaba preparado ese encuentro.
Para Jesús, Bartolomé no es era una desconocido: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas en la higuera, te vi”. Pero ¿cuál higuera? Probablemente era uno de los lugares preferidos de Natanael, a donde solía ir para descansar, pensar, estar sólo, etc., aunque siempre bajo la mirada amorosa de Dios.
¿Qué tendrá la mirada de Jesús que lo descubre todo? ¡Pero qué fascinación tiene su palabra! El encontrarse con el Maestro nos cambia completamente. Natanael, de una actitud insolente, casi agresiva, se convierte y hace una bellísima profesión de fe: “Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel”. Y todo esto lo atestigua la historia: Zaqueo, de un simple espectador se convierte en amigo de Jesús (cfr. Lc 19, 1.10); la Samaritana, siendo una mujer fría se convierte en pregonera del Evangelio (cfr. Jn 4, 1-26); el centurión romano, que siendo un pagano profesa que Jesús “verdaderamente era el Hijo de Dios” (cfr. Mc 15, 39).
Dios espera mucho de nosotros, aquellos que hemos decidido depositar en Él nuestra confianza. Él quiere que seamos verdaderos hombres de fe, en quienes no haya doblez. El Señor conoce hasta lo más profundo de nuestro ser y ante sus ojos no hay nada oculto. Sin embargo, el que nos conozca y nos ame no tendrá ningún significado si aceptamos ese amor que nos tiene.
En Cristo, Dios se acerca a nosotros para liberarnos de toda esclavitud en la que podamos estar inmersos. Muchas veces en la vida nos hemos dejado dominar por el pecado, viviendo infieles a la alianza que Dios ha hecho con nosotros mediante la Sangre de su propio Hijo. Sin embargo, Dios no nos abandona, sino que espera nuestro retorno.
¿Acaso podrá salir algo bueno de nosotros? No tengamos miedo ni nos desanimemos. Basta que confiemos en el Señor, puesto que Él hará grandes cosas por nosotros. Si nos abandonamos al Señor, veremos maravillas, pues Dios mismo hará que nuestra vida de pecado queda atrás y que de ahora en adelante vivamos como hijos suyos.
Confiemos en Él. Contemplemos a sus Apóstoles: veamos sus fragilidades, sus defectos, incluso sus traiciones. Pero no se nos olvide también contemplar la obra que Dios realizó en ellos. El Señor puede hacerlo también con nosotros, claro, si no lo abandonamos ni desconfiamos de su amor. No estas solo: tienes a Dios contigo.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Gracias Señor por tu amor!! Muchas gracias Padre Gerardo!! Bendecido día!!
ResponderEliminarBenditos y alabados sea Dios 🙏cuanta oportunidad nos pone cada día para que continuemos con la evangelización de nuestros hermanos.
ResponderEliminarBendecido día padre. 🙏