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"Aprendamos a perdonar siempre"

 Jueves XIX semana Tiempo Ordinario


Jos 3, 7-10. 11. 13-17

Sal 113

Mt, 18, 21- 19, 1



    Recordemos las palabras de Gamaliel, maestro de San Pablo: “Si esto es obra del hombre, llegará a su fin; pero si eso es de Dios, no habrá manera de frenarlo” (cfr. Hch 5, 38-39). Y es que el Señor continúa realizando sus designios salvíficos en medio de su pueblo santo.


    Tras la muerte de Moisés, parecería que es el final de la historia. Pero no es así. Continúa la travesía del pueblo de Israel. Es hora de que Josué prosiga la obra que el Señor ha comenzado desde Abraham y continuada por Isaac, Jacob y Moisés.


    Al contemplar el episodio de la primera lectura, el paso del río Jordán, es inevitable que traigamos a nuestra memoria el paso por el Mar Rojo. Ahora bien, más que recordar esos acontecimientos tan especiales, es importante caer en la cuenta de que el protagonista de todo esto ha sido Dios, el cual se manifiesta de manera tan misteriosa en el Arca de la alianza.


    Dios sigue cumpliendo sus promesas y, en la misma línea, ha deseado obrar a través de su Hijo muy amada, el cual nos conduce, nos instruye y enseña todo lo necesario para llegar a la tierra prometida, es decir, al cielo.


    Jesús es nuestro compañero de viaje. Él nos muestra el camino a seguir y no nos deja nunca solos en nuestros proyectos, sino que, igual que su Padre, su presencia amorosa nos acompaña, sosteniéndonos por aquellos lugares que tengamos que atravesar: por los ríos, las montañas, los valles, etc., lo cual viene a ser equivalente a nuestras pruebas, adversidades, flaquezas, etc.


    El mismo Señor nos lo ha dicho: “No los dejaré huérfanos. Estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (cfr. Jn 14, 16; Mt 28, 20). Es de esta manera que tenemos asegurada la llegada a la patria celestial.


    Por otra parte, en Pedro, podemos vislumbrar nuestra condición humana, al saber que muchas veces nos cuesta trabajo el perdonar al que me ha ofendido: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a quien me ofende? ¿Cuántas?” Y es que, ¿quién no se ha encontrado en esta situación? ¿Quién no ha sido ofendido por su hermano?


    Pero como siempre Jesús da respuestas claras, contundentes y sin malas interpretaciones al presentarnos aquella parábola de los dos deudores y el rey compasivo. Nos entristece ver como aquel hombre, al que se le perdonó una deuda tan grande, no fue capaz de perdonar a un hermano suyo que le debía poco dinero. Esta parábola también nos muestra la consternación de los compañeros de este al no perdonarlo: “¡Siervo malvado!”.


    La enseñanza del Maestro es clara: debemos saber perdonar ya que nosotros también somos perdonados por nuestro Padre celestial. Ciertamente no es sencillo llevar esto a la práctica. Por eso, es necesario pedirle al Señor que nos ayude. Recordemos: no fue Moisés y Josué los que dieron la tierra prometida o hicieron grandes designios, fue Dios quien los ha realizado por medio de ellos. El Señor nos ayudará a perdonar de todo corazón a aquellos que nos lo pidan.


    Si en algún momento de nuestra vida nos cuesta trabajo perdonar a aquel que nos ha ofendido, hemos de mirar a Dios, Padre lleno de amor y misericordia, Aquel que nos perdona siempre nuestras faltas y delitos. Aprendamos a seguir el ejemplo de Jesucristo, aprendamos a ser “misericordiosos como nuestro Padre celestial es misericordioso” (cfr. Lc 6, 36).



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

  1. SEÑOR TE PEDIMOS DE ❤️ QUE NOS DES UN POQUITO DE TANTA MISERICORDIA DE LA QUE TU TIENES PARA PERDONAR
    GRACIAS PADRE GERA EXELENTE DIA

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