Jueves XXI semana Tiempo Ordinario
I Tes 3, 7-13
Sal 89
Mt, 24, 42-51
San Pablo, al dirigirse a los cristianos de Tesalónica, constantemente nos recuerda que en su vida han existido momentos muy difíciles. También señala los momentos de aprieto en los que se han visto involucrados, las luchas constantes que han entablado. Pero también nos cuenta de aquellos momentos de alegría que han vivido los tesalonicenses.
El Apóstol bien sabe que esos momentos que han vivido, los buenos y los no tan buenos, están apoyados y sostenidos por el Señor, puesto que ellos lo han aceptado como Dios y Salvador. Pablo sabe que puede respirar, puesto que “ellos se mantienen firmes en el Señor”.
Pablo quiere ir a verlos de nuevo, justamente para seguir hablándoles y predicándoles de Jesucristo. Todo esto con la finalidad de fortalecer su fe. Y es lo que actualmente quiere también para nosotros, el “remediar las deficiencias que existen en nuestra fe”.
Lo que el Apóstol pide a Dios para los cristianos de Tesalónica, también lo pide para nosotros. San Pablo pide una alta dosis de amor: “Que el Señor los llene y los haga rebosar de un amor mutuo y hacia todos los demás, como el que yo les tengo a ustedes, para que Él conserve sus corazones irreprochables en la santidad ante Dios, nuestro Padre, hasta el día en que venga nuestro Señor Jesús en compañía de todos sus santos”.
Bien es sabido por San Pablo que el amor, el vivir amando, es el único camino que podemos recorrer para llegar a la felicidad total, la cual nos fue prometida por Jesús al presentarnos ante el Padre, puesto que el quiere que seamos “santos e irreprochables por el amor” (Ef 1, 4).
Y es que el amor nos hace estar preparados, como Jesús nos lo pide en el Evangelio: “Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir el Señor”.
Aquellos que nos decimos ser seguidores del Señor, sabemos muchas cosas de Él: sabemos que por amor se ha encarnado en medio de nosotros; sabemos que Él desgastó su vida y que predicaba la Buena Nueva del Reino a todos los hombres; sabemos el camino a seguir para encontrar la vida en abundancia; sabemos que entregó su vida en la cruz por nosotros y por nuestra salvación. Pero lo que no sabemos es el día y la hora en la que ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Qué bien nos hace el estar “vigilando” en nuestra vida.
Nadie sabe cuándo será el fin del mundo con la aparición gloriosa de Cristo. Lo que sí sabemos es que cada día que transcurre es un día menos para que eso suceda. La venida del Señor a nuestras vidas sucede cada día. Por eso la insistencia del Señor de permanecer en constante vigilancia.
El estudiante estudia desde el principio del curso para aprobar el crédito; el deportista se esfuerza desde que empieza la etapa de la preparación, hasta las competencias por el campeonato; el campesino trabaja la tierra con el fin de cosechar el fruto, aunque éste no sea tan próximo. No es de insensatos pensar en el futuro. Más bien es de sabios. Podemos decir que día a día se trabaja el éxito final; día a día se vive el futuro en el presente y, si se aprovecha cada oportunidad que se tiene para hacer posible la alegría final.
Estar en vela no significa que debamos vivir con temor, o con angustia. Más bien deberíamos de vivir con seriedad cada día que se presenta en nuestra vida. Esforcémonos para que el día en que el Señor se presente, nos encuentre haciendo lo que nos corresponde hacer y que Él nos pueda decir: “muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 23).
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea !! Dios ne encuentre en vigilante espera y haciendo lo que me corresponde!! Bendecido día!! Gracias Padre Gerardo!!
ResponderEliminarQue así sea.si
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