Sábado XVIII semana Tiempo Ordinario
Dt 6, 4-13
Sal 17
Mt, 17, 14-20
“Cuidado: no olvides que el Señor te sacó de Egipto”. Así es como inicia el testamento de Moisés. Un Moisés preocupado por el pueblo, puesto que él sabe que ha sido muy mal agradecido con Dios, ya que con facilidad olvida todo lo que Él ha hecho por ellos.
El encargo que tiene Moisés por parte de Dios es este: “Escucha, Israel”. Podemos decir que el “Shema” es el resumen de la espiritualidad del pueblo israelita. Es aquella actitud que debe tener como apertura a Dios, escuchando su palabra, trayendo como consecuencia el “amar al Señor, tu Dios, con todo el corazón”.
Se trata de “amarle”, no solo de obedecerle, o tenerle temor, o intentar simplemente agradarlo por medio de las apariencias. “Amarle” es la única respuesta al amor inmenso que Dios ha mostrado a su pueblo durante la travesía en el desierto, durante la instalación en la tierra prometida.
Hagamos un poco de memoria: cuando le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento principal, no dudó en responder con firmeza: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22, 37). Y es que lo más importante en nuestra vida es saber “Amar” a Dios con todo nuestro ser.
“Cuidado, no olvides al Señor, tu Dios”. Y es lo que hace Jesús en el Evangelio de hoy. Les recuerda a sus discípulos la importancia de la fe para hacer los grandes designios que Él realiza: “¿Por qué nosotros no pudimos echar fuera a ese demonio?... Porque les falta fe”. También a nosotros es necesario que se nos recuerden que tenemos que “amar a Dios con todo el corazón”, para que nuestra vida no termine apartándose del proyecto del Señor.
El mundo nos ofrece otros amores. Nos invita a otros altares y lugares de culto, con ídolos muchas veces atrayentes. Pero, afortunadamente, no nos pueden dar lo que Dios nos proporciona. Nuestro Dios, nuestro Padre, es el único que nos ama de verdad y, por ende, nosotros hemos de entregarle nuestro corazón, nuestra mente, nuestro ser. En una palabra: “amarle”.
Aquello que Moisés le ha solicitado al pueblo de Israel, también es una consigna nuestra: “escucha, cristiano”: ponte en actitud de apertura hacia el Señor que te dirige su Palabra, la cual, es la única Palabra que te ayudará a encontrar el verdadero sentido de la vida, que te hará experimentar su amor.
¡Cuántas veces hemos fracasado en entregarle nuestro amor a Dios por falta de fe! Es por eso que no debemos de poner nuestra confianza únicamente en nuestras fuerzas, sino apoyarnos constantemente en Él: “Cuidado: no olvides al Señor, tu Dios”. Jesús nos lo ha dicho: “sin mí nada pueden hacer” (cfr. Jn 15, 5).
Pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de no olvidarnos nunca de Él y que podamos “amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente”.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

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