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"Ve detrás de mí"

 Jueves XVIII semana Tiempo Ordinario


Nm 20, 1-13

Sal 94

Mt, 16, 13-23



    Sin duda alguna el pueblo de Israel es terco y difícil de contentar. Y no solo eso, sino que también es muy olvidadizo: muy pronto se han olvidado de todo lo que Dios ha hecho por ellos desde su liberación, hasta el camino a la tierra prometida. 


    El día de hoy, el autor sagrado, nos cuenta el motivo de la disputa para con Dios: la falta de agua y la sed que comienza a suscitarse en el pueblo los lleva a tener una protesta contra Dios y Moisés. Situaciones parecidas se pueden encontrar hoy en nuestra vida: un descontento con el Señor que se vuelve contagioso, protestas ante Él por no cumplir nuestros caprichos, ingratitud, incluso olvidarnos de todo lo bueno que Dios ha hecho por nosotros, fijándonos únicamente en lo malo.


    Es cierto, nuestra vida no tiende a ser perfecta todos los días, pero si sería interesante interrogarnos al respecto: ¿cómo reacciono ante el Señor cuando la crisis y desesperación inunda mi corazón?


    Deberíamos de fijar nuestra mirada en la manera en la que Moisés y Aarón reaccionan: van a la tienda del encuentro a rezar con Dios. También nosotros deberíamos saber orar nuestros disgustos, verlo todo desde la óptica de Dios, no con un ánimo ofendido, a partir de nuestros sentimientos lastimados, sino más bien buscando cumplir la voluntad de Dios, ya no únicamente pensando en mí, sino abriéndome al bien mayor, al bien de la comunidad.


    Tal vez nuestra mayor ofensa a Dios puede ser la falta de fe, la duda o incertidumbre que, hasta cierto modo, es normal que nos quite la paz en diversos momentos de nuestra vida. El dudar no es necesariamente malo. Hasta los mejores creyentes tienen momento en los que no ven claro: hoy el Evangelio nos dice que Pedro reprendió al Señor: “eso no te puede suceder a ti”; hasta el mismo Jesús nos mostró una escena dramática en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46).


    Además, el experimentar la duda en carne propia, nos puede ayudar a ser más comprensivos con los demás: con aquellos jóvenes que han perdido la esperanza de la vida, con aquellos ministerios que tienen altibajos, con una comunidad que se ha vuelto fría por la pandemia, etc.


    Esto nos debe de recordar que no son nuestras fuerzas las que nos van a salvar, sino la gracia que proviene de Dios. Jesús nos lo recuerda: “Apártate de mí” (que la mejor traducción para esto sería la de, “ponte detrás de mí”, es decir: aprende a seguir mis pasos, confía en que el que va delante guiando tu vida soy yo).


    En cada uno de los creyentes puede existir una fe muy sentida, un amor tan profundo hacia Cristo, y, a la vez, puede haber una debilidad, no entender el modo de obrar de Dios. Nosotros no podemos dudar el amor que Pedro tenía por Jesús, ni dejar de admirar la prontitud con la que responde a la pregunta del Maestro. Pero esa fe aún no es madura, ya que no ha comprendido del todo que el mesianismo que él espera no coincide con la manera con la que lo anuncia Jesús, es decir, por medio de su pasión.


    A todos, en algún momento de nuestra vida, nos pudo haber pasado hacer una elección en nuestro seguimiento al Señor: ciertamente lo confesamos y aceptamos como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, pero nos cuesta trabajo entender y comprender porque lo ha hecho desde el sufrimiento y el dolor. De hecho, no nos agrada del todo que el seguidor de Cristo pueda correr su misma suerte. Como Pedro, también nosotros preferimos el monte Tabor, el lugar donde se da la “Transfiguración”, pero no el monte Calvario, donde Jesús entrega su vida por nosotros.


    Tenemos que aceptar a Jesús en su totalidad, sin reservas o medidas. No podemos adecuar un cristianismo a nuestro gusto o a nuestras necesidades, sino que hemos de poner nuestra vida toda en las manos de Dios. 


    Sí, la vida no es fácil ni sencilla, vendrán momentos muy gratos en la misma, pero también se presentarán instantes no tan agradables. No te desesperes, todo pasará, todo estará bien. Aprendamos a confiar en el Señor durante nuestra travesía en este mundo, sabiendo que el ir “detrás de él” nos garantizará la vida en plenitud.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

  1. SEÑOR GRACIAS POR NO DEJARME SOLA Y PRIMITIRME IR TRAS DE TI SEÑOR
    GRACIAS PADRE GERA

    ResponderEliminar
  2. Bendito y alabado seas por siempre Señor por siempre estar despierto cuando yo siento que mis fuerzas terminan ti me rescatar y animas para seguir adelante de tu mano.

    Padre bendecido día in abrazo gracias por estas reflexiones.

    ResponderEliminar

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