XVIII Domingo del Tiempo Ordinario: Ciclo “B”
IEx 16, 2-4. 12-15
Sal 77
Ef 4, 17.20-24
Jn 6, 24-35
El Evangelio que el día de hoy hemos meditado, prosigue la lectura del capítulo sexto del evangelista san Juan, el cual hemos comenzado a reflexionar la semana pasada.
Nos encontramos en la sinagoga de Cafarnaúm, en la cual, después del milagro de la multiplicación de los panes, Jesús pronuncia el conocido discurso del “pan de vida”. La gente había tratado de coronarlo rey, pero Jesús se había retirado al monte. Al no verlo, la gente comenzó a buscarlo, habían subido a las barcas para alcanzar la otra orilla del lago y por fin lo han encontrado.
Esto, en una primera instancia, nos puede llegar a sorprender: todo lo que la muchedumbre hace para encontrar a Jesús. Efectivamente se puede observar en ellos que “andan como ovejas sin pastor” (cfr. Mc 6, 34). Pero Jesús no se deja engatusar tan fácilmente. Él sabe bien porque hay tanto entusiasmo por seguirlo y lo dice con claridad: “Ustedes no me están buscando por haber visto signos, sino más bien porque comieron de aquellos panes hasta saciarse”.
Podría darnos la impresión de que Jesús andaba de mala, muy pesimista. Pero no es así. El Maestro quiere ayudar a la gente a ir más allá de la satisfacción inmediata de las necesidades materiales, aún cuando estas son importantes en la vida. Desea abrir más el horizonte de sus seguidores y que no se quede todo en las preocupaciones del diario vivir.
Jesucristo nos habla de un alimento que no perece, que es el que debemos de buscar y acoger y nos lo ha afirmado: “Trabajen no por el alimento que perece, sino más bien por el alimento que perdura para la vida eterna, aquel que les dará el Hijo del hombre”.
Desgraciadamente la gente no lo comprende. Cree que Jesús les esta pidiendo observar ciertos preceptos para obtener el milagro. Por eso le preguntan: “¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?”. Aún con esa mentalidad, la respuesta del Maestro es Clara: “La obra de Dios es esta: que crean en aquel que Él ha enviado”. El centro de la existencia, aquello que le da sentido y firmeza al camino de la vida es la fe en Jesús, el encuentro con Cristo.
También nosotros deberíamos de preguntarnos: ¿qué tenemos que hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús nos dice: “Crean en mí”. La fe es fundamental en este peregrinar. Aquí no se trata únicamente de seguir una idea, el realizar algún proyecto, sino más bien el de encontrarse con Jesús, dejarse conquistar por Él. El Maestro nos invita a no quedarnos en un horizonte puramente humano, sino que hemos de abrirnos al horizonte de Dios, al horizonte de la fe.
Moisés había dado a Israel el maná, es decir, el pan bajado del cielo, con el que Dios había alimentado a su pueblo. Jesús no nos da algo, sino que se da a sí mismo: Él es el verdadero pan bajado del cielo, Él es la Palabra viva del Padre: si nos encontramos con Él, nos encontraremos con Dios vivo.
“¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?” es la pregunta que hace la muchedumbre al Señor, la cual esta dispuesta a actuar, para que el milagro del pan continúe. Pero Jesús no se puede ganar con el trabajo humano, sino que Él viene a nosotros como don del amor de Dios, como un milagro que es preciso pedir y acoger por parte de Dios Padre.
El Señor nos invita a no olvidar que, aunque es necesario preocuparnos por el pan material para recuperar las fuerzas y continuar en nuestra vida, más fundamental aún hacer que crezca la relación que tenemos con Él, reforzar nuestra fe en Aquel que es el “pan de vida” que colma nuestros deseos verdaderos y nos llena de su amor. Busquemos a Jesús. Es más, dejémonos encontrar por Él, para que nos muestre todo aquello que tenemos que realizar para alcanzar la vida eterna.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

Gracias Señor Díos por dejaron s seguir alimentándonos de ti no nos sueltes de tu mano
ResponderEliminarGracias Padre Gera exelente dominguito
Gracias Señor por tu amor,por tu amor eterno, bendecido día del Señor!! Un grande abrazo fuerte padre Gerardo!!
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