Viernes XXV semana Tiempo Ordinario
Ag 1, 15-2, 9
Sal 42
Lc 9, 18-22
En la vida de fe existe el riesgo latente de dejarnos engañar por el maligno, de sucumbir ante sus seducciones, dejándonos, muchas veces, vencer con tanta facilidad, que ya ni oponemos la mínima resistencia.
De hecho, con el pasar del tiempo, el hombre se ha hecho pesimista. ¿Y qué pasa con una persona que es así? Pierde los ánimos para trabajar, deja de preocuparse por lo verdaderamente importante para enfocarse más en lo efímero, en los bienes transitorios que ofrece el mundo. Incluso el pesimismo se puede venir a convertir en una muy buena excusa para no poner “manos a la obra” en nuestra tarea de evangelización.
A todos, de una manera u otra, la pandemia nos vino a afectar de una manera: económica, social o emocional. Vino a sacudir a nuestra Iglesia. Hoy en día los templos no se llenan, las redes sociales de las parroquias cada vez dejan de ser menor visitadas, se ha caído en un enfriamiento espiritual.
Ciertamente la pandemia sigue. El riesgo de contagiarse de COVID-19 existe, aún con las vacunas. Pero no podemos engañarnos. A conciencia, cada uno de nosotros tendrá que responderse en su corazón: ¿no voy a misa porque soy vulnerable o ya no voy a la Iglesia porque pongo de pretexto la pandemia? ¿No recurro a la Santa Eucaristía, pero sí me la vivo en convivencias familiares, con amigos o conocidos? ¿Ya no sigo las transmisiones de la Misa por las redes sociales, pero sí me desvivo por ver la serie que más me gusta?
No podemos engañarnos. No podemos seguir sufriendo de demencia o buscar autosabotearnos, engañando a nuestra propia conciencia. Vivimos en un mundo en donde la Iglesia y la religión están perdiendo fuerzas, donde cada vez más la sociedad prefieres sus propios intereses ante que cumplir con lo que agrada al Señor.
Si nos damos cuenta, todo esto es verdad. Pero, sin duda alguna, la palabra del Señor es viva y eficaz, se sigue actualizando y llega a nuestro tiempo con toda su fuerza. Esto lo podemos constatar en la primera lectura, por medio de Ageo. Tenemos que escuchar al profeta que nos dice: “ánimo, pueblo entero, no temas porque Dios está contigo y volverá a llenar de gloria su templo”.
Ya sabemos que Dios se vale de todo para manifestar su poderío, incluso de lo no tan bueno. Porque no decirlo: el Señor se puede valer de esta pandemia para hacernos retornar a una vida más espiritual, para hacernos volver a lo esencial, a lo fundamental del hombre: una intima relación con su Creador.
Con esta imagen podemos constatar que Dios siempre está cercano a nosotros: así como libero al pueblo de la esclavitud del faraón, así como lo hizo retornar del destierro babilónico, así también puede vencer esta pandemia.
Más aún: Dios les promete que el futuro será todavía mejor: “la gloria de este segundo templo será mucho más grande que la del primero”. Después de esta pandemia el Señor hará de su Iglesia hombres que tengan un corazón más agradecido, una fe más sostenible, una esperanza transformada y un amor más desbordante por Él y por los demás.
No desconfiemos de que el Señor hará de esta pandemia una Iglesia renovada, más comprometida y más fuerte. Recordemos que, “lo que no te mata, te hace más fuerte”. Si Dios nos ha concedido seguir con salud y vida es por algo.
Como el profeta Ageo, a ti te digo: ¡Ánimo! Todo va a estar bien. No permitas que tu vida en la fe se vaya desmoronando, como el primer templo. Al contrario, ten la valentía de levantar un segundo templo, más hermoso, más grande, más impresionante; ten la confianza de volver a regenerar tu vida espiritual de la mano del Señor.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Así sea 🙏Dios nos llene de ese valor para salir a dar testimonio de él de lo que hace cada día en nuestras vidas.
ResponderEliminarSaludos padre. 🤗