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"El Señor sigue llamando"

 Jueves XXII semana Tiempo Ordinario


Col 1, 9-14

Sal 97

Lc 5, 1-11



    Seguramente a muchos de nosotros nos gustaría saber qué tenemos que hacer ante las diferentes circunstancias que se nos van presentando a lo largo de toda nuestra vida. Todos quisiéramos saber cómo afrontar los diferentes escenarios que se presentan cada día en nuestra existencia. La gran mayoría, sino que todos, tendemos a buscar y deseamos encontrar la felicidad.


    Pablo, que conoce cómo los colosenses han abrazado y aceptado la fe en Jesucristo, les exhorta insistentemente que lleguen a conocer bien cuál es la voluntad del Señor, ya que Él es el verdadero camino para llegar a la felicidad que tanto deseamos.


    Recordemos que en este camino, durante nuestra estancia en la tierra, habrá dificultades y contratiempos, que pueden distraernos de lo que verdaderamente es importante. Pero el mismo Señor, nos dice el Apóstol, nos ayudará “para que podamos soportarlo todo con paciencia, magnanimidad y alegría”.


    Dios sabe que “para el hombre es imposible” (cfr. Mt 19, 26) salir de las situaciones de pecado en la que muchas veces se ve inmiscuido. Por esa razón nos ha hecho un gran regalo, su Hijo muy amado, ya que Él “nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado a su reino”, un reino donde el amor, la luz y la felicidad imperaran.


    Ahora bien, el Evangelio nos narra la llamada de Pedro y de los otros primeros discípulos. Hasta el día de hoy, Jesús había estado trabajando solo. Ahora, Él mismo busca colaboradores, busca quién pueda ayudar en su misión de “predicar la Buena Nueva, liberar a los cautivos, a proclamar el año de gracia” (cfr. Lc 4, 18-19). El Señor sigue llamando a personas para que colaboren en su proyecto salvífico.


    Ahora, no es que el hombre pueda por sí mismo realizar la salvación. No. Es Dios el que la realiza por medio de ello y lo podemos contemplar en el Evangelio que hoy hemos meditado: Jesús, que ha estado haciendo un sinfín de milagros, quiere ayudar a esos hombres, a esos pescadores experimentados que no han logrado pescar nada. Que curioso, los expertos en temas de pesca no obtienen nada; pero aparece un desconocido, alguien que no tiene ni la mínima idea de lo que implica ese oficio, y ocurre el milagro: “cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían”.


    Lo mismo puede estar sucediendo en nuestra vida: creer que ya lo sabemos todo, que no necesitamos de Dios en nuestra vida. ¿Y en qué termina todo? En fracaso, en pérdida de tiempo, en fatiga inútil. Jesús sabe de lo que el hombre es capaz, pero sin Él en la barca, no son capaces de nada.


    No nos engañemos. Creemos que podemos vencer por nuestras propias fuerzas, que todo lo podemos realizar por nosotros mismos. Pero no es así. De hecho, muchas veces terminaos más vacíos o dañados de cuándo comenzamos. Tenemos que ser honestos: ¿cuántas veces hemos logrado vencer las adversidades por nuestra propia fuerza y cuántas hemos podido superarlas de la mano de Dios? 


    Todos, absolutamente todos, tenemos mucho que contar y decir de los milagros que el Señor ha hecho y sigue haciendo en mí. Se puede afirmar que todos, a lo largo de nuestra historia personal, nos ha seducido el Señor para seguirle, nos ha salvado de situaciones muy difíciles lo mismo que a sus apóstoles y la muchedumbre que iba sanando.


    Jesús sale a nuestro encuentro y, de una o mil maneras, nos seguirá asombrando con su poder. Una vez que hemos experimentado su cercanía, su gran amor y cercanía, Él se atreve a llamarnos a seguirlo, ya que hará de nosotros “pescadores de hombres”. ¿Te ánimas a que Jesús te ayude en las adversidades? ¿Te ánimas a dejarlo todo y seguirlo para encontrar la verdadera felicidad? La decisión es tuya.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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