Natividad de la Santísima Virgen María
Fiesta
Mi 5, 1-4
Sal 12
Mt 1, 18-23
No cabe la menos duda de que en la pequeñez, en lo que es aparentemente nada ente los ojos de los hombres, los planes del Señor adquieren protagonismo. Lo vemos desde el comienzo de la vida terrena de Jesús: Dios, pudiendo hacer que naciera en Jerusalén, un pueblo consolidado de aquel tiempo, quiso que su Hijo naciera en Belén; pudiendo haber nacido en un palacio, rodeado de poder y riqueza, ha querido nacer en un establo, dentro de un pesebre, en la pobreza.
Es a través de lo pequeño y humilde que el Señor realiza su proyecto salvífico. El mismo Jesús nos lo había indicado por medio de sus parábolas: “un grano de mostaza es la más pequeña de todas las semillas, pero llega a convertirse en el más grande de los arbustos” (cfr. Lc 13, 18-19); “un poco de levadura logra fermentar toda la masa” (cfr. Mt 13, 33); “así como la semilla crece por sí sola” (cfr. Mc 4, 26-29). Podemos decir que toda la fuerza de Dios se muestra en la pequeñez.
Hoy, al celebrar la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, nos damos cuenta de que ella ha sido la más humilde y sencilla, en donde Dios ha de culminar su promesa de salvación, el rescatar al hombre de la esclavitud del pecado. Es por medio de María que nos llega el Emmanuel, “el Dios-con-nosotros”. El Señor se ha fijado en la humildad de esta jovencita para que fuera el instrumento para realizar su designio salvífico.
Si Dios te está llamado a colaborar en su proyecto de salvación, no tengas miedo, ya que él nunca dejará caer al ser humano. Todo lo contrario, lo sostendrá y manifestará en él su obra redentora. Así como lo ha hecho con María, así como lo hizo con José en el Evangelio de hoy: “no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concedido por obra del Espíritu Santo”.
María supo escuchar la voz e Dios. Ella atendió a todo lo que le pidió. Ha decidido asumir la misión de cuidar, educar y enseñar al Hijo del Altísimo. Así también nosotros, como María, debemos estar abiertos a responder el llamado que Dios nos hace, confiado de que, aún en nuestra debilidad o pequeñez, Él puede hacer grandes cosas por nosotros”.
Al celebrar la Natividad de María, nos debemos situar ante la figura de la Madre, la cual nos enseña a estar siempre disponibles al plan de Dios, a acoger su Palabra, guardándola y meditándola en nuestro corazón, a aceptar aquello que Dios tiene reservado para cada uno de nosotros. También como María, confiemos en que el Señor está a nuestro lado y que nunca nos dejará solos en lo que nos pida.
Ya lo decía San Pablo “Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamado por Él según su designio salvador. A quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo… a quien predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica”.
Pidámosle al Señor que nos enseñe a ser como María, a tener un corazón dócil y abierto, a llenarnos de la gracia de Dios, pero, sobre todo, que podamos decir “sí” a lo que Dios nos está llamando. María, ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzas las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Pbro. José Gerardo Moya Soto

🙏 Maria madre nuestra gracias por tu si para darnos al Salvador. Bendita eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre Jesús.
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