Martes XXVI semana Tiempo Ordinario
Za 8, 20-23
Sal 86
Lc 9, 51-56
Recordemos aquel famoso refrán: “Al que buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Todos podemos entender su auténtica interpretación, puesto que es un dicho fácil de entender. Aquel que se acerca a una persona buena, con valores, responsable y respetuosa, le ayudará a vivir la vida como Dios lo manda. Pero existe también el riesgo de no acercarse a personas buenas, sino todo lo contrario, que son malas influencias, que dan un testimonio no tan agradable, que son egoístas, etc. El que se acerca a ellos, termina por el mal camino, haciendo lo que no es grato a los ojos de Dios.
Qué reconfortante y bellísimo sería escuchar decir a las personas: “queremos ir contigo, pues hemos oído que Dios está contigo”. Y es que cuando dejamos obrar a Dios en nuestra vida y lo dejamos ser el centro de la misma, se nota; pero si es todo lo contrario, no le permitimos ir conduciendo nuestra existencia, se nota más.
¿Cómo no desear estar cerca de Dios? ¿Cómo no deseamos anhelar su amor en nuestro corazón? Nosotros, por medio de Jesucristo, tenemos la oportunidad de conocer más a fondo a Dios, de dejarnos conducir por su amor.
“Dios no desea la muerte del pecador, sino que se arrepienta y tenga vida” (Ez 33, 11). Él quiere estar dentro de nosotros, Aquel que envío a su propio Hijo para hacerse cercano; Aquel que nos ha brindado su misericordia infinita; Aquel que lo único que busca es nuestro propio bien; Aquel que se desgasta por nosotros para mostrarnos el camino que conduce a la felicidad y a la vida en abundancia; Aquel que todos los días no habla por medio de su Palabra y de sus Sacramentos; Aquel que nos espera al final de este peregrinar para recibirnos en su banquete celestial.
Con todo esto que nos ofrece el Señor: ¿cómo no vamos a desear estar con Él? ¿Cómo no vamos a anhelar una vida acompañado de aquel que le da un sentido a toda nuestra existencia? Estar cerca de Dios es lo mejor que nos puede suceder en esta vida. Por ello, también nosotros debemos “tomar la firme determinación” de ir al Padre, de seguir su camino, de abandonarnos a su amor.
En nuestra vida hemos de tomar decisiones y determinaciones. Así como Jesús, también nosotros hemos de dar pasos importantes en nuestra vida. Jesús “tomó la firme determinación de subir a Jerusalén”, puesto que sabía que su hora estaba por llegar. Él sabe que Jerusalén es la meta final, donde se llevará a cabo el pleno cumplimiento de su misión.
Esta decisión del Maestro nos deja entrever que Dios no quiere cristianos egoístas que siguen sus propios intereses; no desea seguidores débiles, aquellos que no tienen voluntad, capaz de renunciar a sus egoísmos o que no son libres en su decisión de seguirlo. El Señor nos quiere completamente libres.
¿Cómo ser libres? ¿Qué tenemos que hacer? Todo comienza con el diálogo con Dios, en la intimidad de la conciencia. Si un cristiano no sabe hablar con Dios, si no saber escuchar la voz de Dios en su propia conciencia, no podrá ser libre, seguirá siendo esclavo de sus pasiones, de sus gustos, del pecado.
“Haz la prueba y verás que bueno es el Señor” (Sal 33). Te invito que en este día reflexiones sobre cómo está tu relación con el Señor. ¿Verdaderamente lo buscas porque sabes que con Él la vida es más plena? ¿Deseas, como Jesús, “tomar la firme determinación” y subir con Él para llevar a pleno cumplimiento tu misión? Permite que la fuerza del Espíritu Santo te ayude y sostenga en tu diario caminar.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Gracias Padre Gerardo!! Así sea!!
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