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"La ayuda de Dios: los Arcángeles"

San Miguel, Gabriel y Rafael, Arcángeles

Fiesta 


Ap 12, 7-12

Sal 137

Jn 1, 47-51



    El día de hoy celebramos la fiesta de los santos Arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Estos tres Arcángeles vienen a ser personajes muy relevantes en el acto creador de Dios. Cada uno de ellos tiene una misión que llevar a cabo: Miguel es el que evita, en el libro del Apocalipsis, que el nacido de la mujer sea devorado por el dragón y es el que combate contra las fuerzas del maligno; Gabriel es aquel que anuncia el acontecimiento supremo de la historia: la Encarnación del Hijo del hombre en el seno de la Virgen María; Rafael es, como lo narra el libro de Tobías, la medicina de Dios.


    Estos son los servidores de Dios por excelencia y su servicio está puesto para el bien de todos los seres humanos. También son mensajeros que conducen a Dios, acercándonos a la verdad plena, como lo atestigua el Evangelio de este día: “Verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.


    Precisamente porque están delante de Dios pueden estar también cerca de los hombres. Los Arcángeles nos invitan a descubrir que, por medio de ellos, nosotros estamos llamados a estar delante de Él. Esta debe de ser nuestra meta, nuestro deseo más profundo. Así como Dios en ellos, así debemos dejar al Señor que esté en nuestro corazón.


    Jesucristo le promete a Natanael pasar de la fe a la visión; de la incertidumbre a la fe, a la certeza de lo divino y eterno. El apóstol podrá alcanzar la visión porque previamente tuvo fe en Jesús. Una fe basada en un acontecimiento tan sencillo, como creer en Cristo por haberlo visto debajo de la higuera. Cuando una persona tiene la mente y el corazón abierto a reconocer la soberanía del Señor en el mismo Jesucristo, llegará a experimentar la gloria del Cielo.


    Los Arcángeles son para nosotros los mensajeros de Dios que nos acercan a la persona de Jesús; aquellos que cuidan nuestro diario caminar; también nos hace experimentar la presencia del Señor en nuestra vida, en nuestra historia personal, en la esperanza de la futura felicidad. Han sido puestos por Dios para conducir, guiar y servir a los seres humanos y así poder alcanzar la gloria eterna.


    El día de hoy, en los santos Arcángeles, el cielo de Dios vuelve a brillar y se abre nuevamente para todos aquellos que así lo creen. Ellos se presentan en nuestra vida como defensa y protección contra las asechanzas del maligno, como un alegre anuncio de la presencia de Dios en nuestra vida y como una luz que sana nuestra ceguera, nuestras heridas por el pecado que hemos cometido.


    Seamos agradecidos con Dios por este don tan maravilloso que nos ha regalado por medio de los Arcángeles, aquellos amigos que nos conducen hacia el Señor. Invoquemos su poderosa intercesión y protección celestial y, junto con María, la Reina de los Ángeles, nos conduzca a gozar de la patria celestial al final de nuestra existencia.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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