Ir al contenido principal

"La elección es tuya"

 Lunes XXV semana Tiempo Ordinario


Ese 1, 1-6

Sal 125

Lc 8, 16-18



    ¿Cuántas veces hemos visto todo lo que Dios hace por su pueblo? Como el Señor, por medio de los profetas, les recuerda las promesas que hizo el Señor con ellos, consagrándolos como una nación santa, un pueblo consagrado a su nombre.


    Dios va llevando a plenitud su salvación por medio de la historia humana. Aquellos años que el pueblo de Israel había sufrido en el destierro, aquel dolor y sufrimiento, el Señor lo convertirá en gozo y alegría. Esto lo podemos contemplar en el Salmo 125: “Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar”.


    Uno de los errores que muchas veces cometemos es pensar que Dios se ha dirigido únicamente al “pueblo escogido”. Y esto no es así. La Iglesia nos ha ido mostrando que el Señor se comunica de muchas maneras con todos los hombres, sin importar el tiempo, el espacio o la cultura que estos tengan. Dios Todopoderoso siempre nos buscará y nos esperará.


    Ahora bien, a conciencia deberíamos de preguntarnos: ¿no seríamos nosotros los que despreciamos la intervención de Dios en nuestra vida? Dios ofrece la salvación, la paz y la verdadera libertad. Somos nosotros los que decidiremos elegir o no la salvación del Señor. En muchas ocasiones nos resistimos al cambio, a permitirle al Padre obrar y transformar nuestra vida.


    ¿Acaso encendemos una veladora para después ponerla debajo de alguna vasija? ¿Apoco nosotros encendemos una luz para luego ponerla debajo de la cama? ¿Qué no se supone que la colocaremos en un lugar alto para que ilumine toda la habitación?


    Dios no quiere que los hombres se rompan la cabeza resolviendo acertijos. Todo lo contrario, Él emplea cosas de sentido común para que podamos comprenderlas y así poder ponerlas en práctica. Es lo que el Evangelio nos ha ofrecido el día de hoy: la luz se coloca en un lugar que pueda iluminar toda la casa.


    ¿Qué representa la luz? Podemos decir que es la manera en la que el cristiano se debe de comportar: no puede esconder su ser de creyente, sino que lo tiene que manifestar al mundo entero; si ha optado por la salvación ofrecida por Dios, lo debe de mostrar por medio de su alegría y dicha de saber que el Señor le ha otorgado la salvación.


    La mejor manera de manifestar que verdaderamente somos verdaderos creyentes sería por medio de nuestras palabras y de nuestras obras. Esa es la manera en la que nuestra luz tiene que resplandecer ante los hombres, “ante nuestro Padre que está en los cielos”.


    Jesús nos regala su luz para que nosotros, a su vez, podamos iluminar a nuestros hermanos. En un mundo que vive sin esperanzas, desanimado por la realidad tan turbia en la que se vive, debemos de ser presencia de Dios para los demás. No tengas miedo de ofrecer tu vida toda al Señor y así puedas manifestar, tanto de obra como de palabra, las maravillas y grandezas que Dios ha hecho en ti.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

  1. Así sea Señor !! Gracias por todo lo que has hecho en la vida que me prestas !! Bendecida tarde!! Gracias Padre Gerardo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pase sin que Él toque y cambie el corazón

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta que recordemos algunos ejemplos: la madre de San

"Tú + Yo = Nosotros"

Martes de la segunda semana de Pascua  Hch 4, 32-37 Sal 92 Juan 3, 7-15      Así como Nicodemo, también nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser posible que la primera comunidad tuviera todo en común? ¿Cómo alguien puede vender su campo y disponer el dinero a la disposición de los Apóstoles? Sin duda alguna, Jesús nos da una bella respuesta en una de sus parábolas: “quien encuentra la perla preciosa, vende todo lo que tiene para poder comprarla” (Mt 13, 45).      Esa realidad sólo puede ser posible por medio del Espíritu Santo, que es el encargado de sostener en medio de la tempestad, que es quien llena de fortaleza el corazón en estos momentos de contingencia. Es el mismo Espíritu el que borra todo deseo egoísta y nos lleva a disponer todo lo que tenemos a los otros.      El cristiano que deja que Dios sea el centro de su corazón, todo lo que posee (material o espiritual) lo podrá ofrecer y presentar a cualquier persona, puesto que en