XXV Domingo del Tiempo Ordinario: Ciclo “B”
Sb 2, 12. 17-20
Sal 53
St 3, 16-4, 3
Mc 9, 30-37
En el Evangelio de este domingo, podemos contemplar a un Jesús que anuncia a sus discípulos, por segunda vez, lo que le espera al llegar a Jerusalén: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”.
San Marcos, en esta perícopa, pone de relieve el gran contraste que existe entre la mentalidad de Jesús con la de los doce Apóstoles, los cuales no comprenden las palabras de su Maestro y el que tenga que morir, sino que, además, van discutiendo por el camino para saber quién de ellos es el más importante.
Ahora bien, Jesús no se exaspera, todo lo contrario, les explica con paciencia cómo debe de ser su actitud. Les enseña que la lógica del amor debe hacerse por medio del servicio y de la entrega de sí mismo: “Quien quiera ser el primero, que se convierta en el último de todos y en el servidor de todos”. Esta debería de ser la lógica del cristiano, la de renunciar al egoísmo para crear la verdadera comunidad.
Sin duda alguna toda persona humana es atraída por el amor, pero, desafortunadamente, se equivoca en los modos de amar. De una tendencia positiva en su origen, puesto que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre, por el pecado, se va contaminando y sus intenciones y acciones comienzan a hacerse malas. Es de lo que nos advierte Santiago en la segunda lectura: “Donde existen envidias y espíritu de contienda, hay desconcierto y toda clase de maldad”.
Nuestra actitud no debe de ser la de los Apóstoles, la de buscar ser el más importante, sino más bien hemos de ser cristianos que quieran ser los últimos, los servidores de todos. Por esa razón, el mismo Santiago nos recomienda lo que debemos tener: “En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente y dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresías”. Aquel que esta en la sintonía con su Maestro entenderá su mensaje y no buscará ser servido, sino servir.
Me llama la atención que los discípulos no solo no entendían las palabras del Maestro, sino que tenían miedo de preguntar o pedir explicaciones. ¿Habrá sido por la experiencia que vivió Pedro la semana pasada en dónde Jesús lo reprende con severidad al decirle: “Apártate de mi, Satanás”? ¿O tal vez no querían comprender del todo lo que Jesús les había anunciado?
Es triste ver que muchas veces, por temor, no preguntamos. Hay tantas cosas que no sabemos y preferimos callar que clarificar esas cuestiones. Infinidad de veces nos hemos acobardado y optamos por quedarnos con la duda. Sin duda alguna el miedo viene a hacer grandes estragos en el corazón humano.
Existen dos tipos de miedos: aquel que nos obstaculiza y no nos permite ir más allá y está el temor que me motiva a ser mejor, a superarme y, afrontándolo, salir vencedor y con un espíritu renovado. Tal vez esto nos ha sucedido muchas veces: cuando enfrentamos nuestros temores y lo vencemos, nos sentimos muy bien, sorprendidos por lo que hemos sido capaz de hacer, el cual, no lo habíamos podido realizar debido al miedo.
¿Cuántos cristianos entregados completamente al Señor habría si en lugar de justificar su vida o su manera de comportarse, mejor enfrentaran sus miedos y le preguntaran al Señor: qué quieres de mí? Créeme, aquellos que se animan a preguntar, a clarificar sus dudas, a estar en la mentalidad del Maestro, “obtendrán frutos de justicia”, como lo dice Santiago.
Hoy Jesús nos recuerda que morirá, pero también nos llena de esperanza al decir que “al tercer día resucitará”. No nos quedemos únicamente con la primera parte del anuncio, es decir, con su muerte. Al contrario, confiemos que el Señor resucitará. Si entendiéramos el mensaje de Jesús, entonces ya no buscaríamos ser los primeros o los más importantes, sino, más bien, desearíamos ser el último, el servidor de todos, puesto que es lo que Él mismo nos enseñó.
Que el Señor nos conceda la gracia de entender sus palabras y ponerlas en práctica: aprendamos a ser como niños, dóciles, humildes, sencillos, para que así podamos ser el servidor de todos.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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