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"Un Dios para todos"

 Miércoles XXII semana Tiempo Ordinario


Col 1, 1-8

Sal 51

Lc 4, 38-44



    No sé si a ti te tocó (si eres muy joven probablemente no) vivir esta experiencia. Cuando cursábamos la primaria o kínder, muchos de los maestros tenían diferentes sellos para calificar nuestro desempeño estudiantil: si habíamos hecho bien la tarea, se nos colocaba un sello de una abejita que decía, “trabajador-cumplido”; si no habías realizado lo que te tocaba, el profesor te sellaba un burro, que decía “incumplido-no cumplió”; si llegabas tarde, el docente te marcaba un tortuga, con la frase “impuntual”; en cambio si llegabas temprano el sello tenía un gallo que decía “puntual”. Y así había muchísimos sellos de diferentes diseños y frases.


    Pues el día de hoy, en la primera lectura, la carta de Pablo a los Colosenses, el Apóstol ensalza la buena conducta de esos hombres, ya que ellos han acogido con gozo “la fe en Cristo Jesús”. San Pablo los saluda de una manera afectuosa y lleno de optimismo. El Apóstol tiene buenas noticias de aquel “pueblo santo que vive en Colosas”.


    Pablo es consciente de que la fe en Cristo, el mensaje de la verdad, se sigue propagando y dando frutos en el mundo entero. Y aunque hoy en día se podría poner en duda el crecimiento de la fe, debido a la baja que se tiene en la sociedad, hemos de reconocer que la Iglesia se ha esforzado por seguir con la misión de Evangelizar.


    Hoy en día no podemos ir marcando a la gente igual que lo hacían nuestros maestros en la escuela: “él es incumplidor”, “ella no hizo tarea”, “ese se ha alejado de Dios”, “aquel se ha mantenido firme a su fe, inclusive en tiempos de pandemia”, etc. Todo lo contrario: hemos de seguir redoblando esfuerzos para que los alejados se sientan atraídos a la Iglesia. Hemos de aprender que hoy en día “no se comienza a ser cristianos por una ideología o por una decisión ética, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, Jesucristo, el Señor” (cfr. DCE 1).


    Jesús lo entendió perfectamente. Él vino para manifestar en su persona la misericordia del Padre. Ha venido al mundo para liberar al hombre de todo aquello que lo aparta constantemente de su amor. Ya desde el comienzo de su ministerio nos lo ha dejado bien claro: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Nueva a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos…” (cfr. Lc 4, 18-19).


    En el momento en el que Jesús se da a conocer, cuando comenzó a predicar la Buena Nueva, en el momento en el que comienza a curar enfermos y endemoniados, cuando se descubre que sus palabras son esenciales, la gente lo comienza a buscar, quieren estar con Él. Y es que aquel que se ha encontrado por Dios, no quisiera estar nunca sin Él. Jesús nos quiere libres, y que libremente busquemos su amor. Él no vino a etiquetar a los malos o a los buenos, vino para salvarnos. 


    Ahora bien, al ver que lo quieren retener, es decir, lo quieren única y exclusivamente para ellos, se aleja de ahí y les dice: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”. Cristo sabe que muchos lo necesitan, por ello irá en su búsqueda y no descansará hasta que nos haya encontrado a todos.


    No esperemos el reconocimiento o los aplausos de los demás por ser buenos cristianos, por habernos mantenido firmes en nuestra fe. Al contrario, sigamos luchando para ser puente para aquellos que no se han encontrado con Jesús. No podemos retener a Dios, queriéndolo únicamente para nosotros. Por supuesto que no. También nosotros podemos ayudar que otros se encuentren con el rostro del Amor. ¿Te ánimas a colaborar en esta ardua tarea?



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

  1. Así sea ,que sea su santa voluntad!! Gracias Padre Gerardo!! Bendiciones

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