Ir al contenido principal

"Dios te mira con amor"

 XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario: Ciclo “B”


Sab 7, 7-11

Sal 89

Hb 4, 12-13

Mc 10, 17-30



    El Evangelio de este día gira en torno a una persona que poseía muchos bienes materiales, mejor conocido como “el joven rico”. Podemos empezar diciendo que el evangelista este domingo nos ofrece el tema de las riquezas. 


    Jesús nos muestra que, para un rico, es difícil entrar en el Reino de Dios, más no es imposible, ya que Dios puede conquistar el corazón de una persona que posee demasiado bienes e impulsarlo a la solidaridad, a compartir lo que tiene con el más necesitado. Todo esto nos sitúa en el camino de Jesús, quien, “siendo rico se hizo pobre por nosotros y, así, enriquecernos con su pobreza” (cfr. II Co 8, 9).


    Como sucede muy a menudo en los Evangelios, todo comienza con un encuentro: Jesús se encuentra con uno que era muy rico. Se trata de una persona que, desde muy joven, cumplía fielmente los mandamientos de la Ley de Dios, pero aún no había encontrado la verdadera felicidad. De ahí que surja la pregunta: “¿Qué debo de hacer para alcanzar la vida eterna?”.


    Esta persona, por un lado, es atraído por la plenitud de la vida; desgraciadamente por otro lado, está atrapado en las redes de las propias riquezas, pensando que la verdadera felicidad puede ser adquirida o comprada de algún modo. Jesús percibe el deseo tan profundo que hay en esa persona y, como nos dice el Evangelio, “fijando en él su mirada, lo miro con amor”. El Maestro se da cuenta que ese hombre era una buena persona, pero también comprende cuál es la debilidad de este.


    Jesús identifica, como lo hace con cada uno de nosotros, cuales son nuestros apegos, que es todo aquello que nos tiene atados y no nos permite seguirlo con plena libertad. El Maestro invita a este joven a dar un paso decisivo, “dar todos tus bienes a los pobres”, para que así su tesoro, su corazón, ya no esté en la tierra, sino en el cielo. Después añade: “¡Ven! ¡Sígueme!”. Desafortunadamente, en lugar de querer acoger con alegría la invitación de Jesús, se marchó triste, porque no logró desprenderse de sus riquezas. Decidió quedarse con una felicidad efímera a alcanzar la verdadera felicidad de la vida eterna.


    Parecería que es muy difícil la salvación, conseguir la vida eterna: “Entonces: ¿quién podrá salvarse?”. Pero de nuevo Jesús nos observa y su mirada nos llena de aliento. Él nos da la verdadera solución: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios”. Si nos dejamos encontrar por el Señor, podremos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Es necesario encomendarnos al Señor, permitirle que haga grandes cosas por y en nosotros. Créeme, muchas veces es dejarlo obrar en nosotros, ya que Él nos dará su fuerza para dejar todo aquello que no nos permite seguirlo.


    Aquel hombre no se dejó conquistar por la mirada de amor de Jesús; por eso no pudo cambiar. Sólo acogiendo con humildad y sencillez el amor del Padre es como nos podremos liberar de la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones. El dinero, el placer, los vicios, el éxito, etc. muchas veces deslumbran, pero rápidamente desilusionan: todas estas cosas prometen vida, pero al final causan la muerte. El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para así poder entrar en la vida verdadera, en la vida que llega a su plenitud, aquella que se hace más autentica y luminosa.


    ¿Nunca has sentido la mirada de Jesús? ¿Nunca has experimentado cuánto te ama? ¿Qué le responderías? ¿Preferirías quedarte con la alegría y felicidad que produce Dios en tu vida o prefieres seguir con la tristeza en el corazón por todo aquello que ofrece la mundanidad? La decisión es de cada uno de nosotros.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta...

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pa...

Renovémonos

Lunes de la segunda semana de Pascua Hch 4, 23-31 Sal 2 Jn 3, 1-8     Todo camino comienza con el primer paso y para poder llegar al destino que se tiene en mente, es necesario tener determinación. Pues eso es lo que podemos ver en Nicodemo al salir de noche al encuentro de Jesús y hacer tan hermosa afirmación: “Maestro, sabemos que tú has venido de Dios…nadie puede hacer los signos que Tú haces, si Dios no está contigo”.       Es evidente que todo itinerario de fe empieza con disponibilidad. Sí, es cierto, Nicodemo tenía disponibilidad, pero todavía estaba muy lejos de captar el misterio de la persona de Jesús y por ende de comprender su doctrina sobre el nuevo nacimiento. Cristo desbarata la lógica humana del fariseo y lo introduce en el misterio del Reino de Dios.      Esto que hemos visto anteriormente surge cuando el hombre renace del agua y del Espíritu. Solo así podemos entender el misterio del Reino de Dios, volvi...