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"¿Quieres ver al Señor?"

 Martes de la  XXXIII semana Tiempo Ordinario


II M 6, 18-31

Sal 14

Lc 19, 1-10



    Gran modelo y ejemplo el que nos presenta la primera lectura: Eleazar. Es un buen judío, un hombre recto, coherente con su fe, incluso hasta las últimas consecuencias.


    Más allá de no comer carne prohibida, la cual para nosotros hoy en día carece de importancia, hemos de quedarnos con lo que él veía en ese pequeño gesto: el buscar serle fiel a Dios.


    Si analizamos el contexto de esta escena, nos daremos cuenta de que comer carne prohibida era ir en contra de Dios. Por ello, Eleazar opto ser fiel a la ley del Señor, incluso ir en contra de sus amistades, los cuales querían salvar su vida a costa de engaños y de mentiras.


    Eleazar quiso dar testimonio ante todos con su actitud de no ir en contra del Señor. Este hombre no dudo en manifestar su fidelidad a Dios, ya que en Él estaba su vida, porque el vivir en contra del Señor no era vivir. Esto se lo deberíamos de aprender a Eleazar: vivir renunciando a todo aquello que lo único que hace es alejarnos de la vida, del amor del Padre, del camino del bien. 


    Hoy en día como nos cuesta trabajo reconocer a Jesús. Nos quejamos de la estructura jerárquica, de las decisiones que toma la Iglesia, de los caminos que nos ofrece para nuestra salvación. Parecería que ya no sabemos salir al encuentro del Señor, que preferimos que pase de largo, sin detenerse (cfr. Gn 18, 3).


    Las dificultades y adversidades de la vida pueden ir ofuscando nuestra mirada de Dios: puede ser que la tentación me esté alejando constantemente de los mandamientos del Señor, que el mundo me ofrezca otras atracciones, que mi atención se comience a inclinar por aquello que no es tan importante. 


    En nuestra vida, al igual que Zaqueo, debemos sentir el deseo de ver a Jesús, incluso si es necesario subirse a un árbol (romper nuestro orgullo, reconocer que nos hemos equivocado, retornar a la casa tras habernos marchado a malgastar la herencia, etc.).


    Ante los ojos de Dios, todos somos pequeños, bajos de estatura y no vemos siempre al Señor. Por ello, es necesario dejar que la gracia nos empuje a no ceder. Es el Espíritu Santo el que nos impulsa a hacer algo: echarnos a correr, adelantarnos a los demás, subirnos a un árbol, acercarme a los Sacramentos, participar activamente en la parroquia, iniciar un proceso de conversión en mi vida…


    Estoy seguro, que como Zaqueo, Jesús nos mirará con amor y nos dirá: “Baja enseguida, porque hoy voy a alojarme en tu casa”. No tengamos miedo: ahora es el Señor el que quiere vernos. No te preocupes por lo desordenada y tirada que pueda estar tu casa. Si hay algo que poner en orden, Él te ayudará., puesto que “la Salvación ha llegado a tu vida”.


    Grandes ejemplos que nos presenta la liturgia este día: la fidelidad de Eleazar y la perseverancia y constancia de Zaqueo por ver a Jesús. Aprendamos de estos hombres a mantenernos fieles a Dios, incluso cuando todo parece estar perdido, y a buscar al Señor, para que se aloje y viva siempre en mi corazón.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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