Martes II semana Tiempo Ordinario
Sm 16, 1-13
Sal 88
Mc 2, 23-28
Sin duda alguna a Dios le gusta comenzar. Somos conscientes de esto al contemplar todo lo que hace: creó todo cuanto existe; estableció una Alianza por medio de Moisés, Abraham y su descendencia; al pueblo fiel de Israel le concedió la tierra prometida donde habría de habitar, etc.
El día de hoy, al meditar en la primera lectura, se nos cuenta la elección y unción de David como rey de Israel. De nuevo el Señor comienza una historia de amor con David, eligiéndolo para cuidar y gobernar a su pueblo.
Algo que tenemos que resaltar es que la elección de David ha sido hecha por Dios. Él lo ha constituido aquel que guiará a su rebaño. Con esta escena, podemos darnos cuenta de que los caminos de Dios no son como los nuestros. Según el Texto Sagrado, los hermanos mayores tenían buena carta de presentación (Samuel se dejó impresionar por el físico). Esto es un error muy común en el hombre: se deja impresionar por lo externo. Mientras el mundo se fija en las apariencias, Dios ve el interior, todo aquello que constituye a la persona misma, “mira el corazón”.
Si aprendiéramos a ver la vida con los ojos de Dios, a contemplar a los demás no desde las apariencias, sino desde el interior, seríamos más libres y no nos defraudaríamos. Muchas veces tendemos a poner nuestras ilusiones y confianza en los humanos, en aquellas instituciones efímeras. Por qué no, mencionar un ejemplo por muchos sabidos: Aras. Casi todos los chihuahuenses sabemos de esto. Aras es una empresa consultora, cuyo objetivo es el de generar ganancias a sus asociados por medio de distribución estratégica de su capital en negocios rentables. Desafortunadamente esta empresa comenzó a defraudar a sus inversionistas y los dejó sin su capital. Muchas personas se fueron por lo fácil, al ver que la empresa ofrecería grandes remuneraciones si se asociaban a ella. Desafortunadamente algunos ya lo perdieron todo.
Este ejemplo nos deja ver que el hombre se sigue equivocando si pone su confianza en mundano. Hemos de aprender la lección que el Señor nos da con la elección de David. “Dios se fija en el corazón”, en la pequeñez de nuestra persona, en lo que aparenta ser débil ante los ojos del mundo.
Si nos descuidamos en la vida podemos caer en el mismo error que Samuel y los fariseos, caer en interpretaciones meticulosas, llegándonos a olvidar de lo más importante a los ojos del Señor: el amor. En la vida tenemos que aprender a distinguir lo que es principal a lo que es secundario, lo que es verdaderamente importante.
¿Cómo estamos observando las cosas de nuestro alrededor? ¿Somos capaces de contemplar la belleza del hombre desde el interior y no desde el exterior? ¿Verdaderamente como el Señor, busco contemplar al prójimo desde lo más profundo de su corazón? “El corazón tiene razones que la razón desconoce” (Blaise Pascal), ya que “lo esencial es invisible a los ojos” (Antoine de Saint-Exupéry). Aprendamos a ver a todos no desde las apariencias, sino desde el corazón.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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