Santos Timoteo y Tito, obispos
Memoria
Tt 1, 1-5
Sal 95
Mc 4, 1-20
Qué iluminadora resulta ser la Palabra de Dios este día. Contemplar a Cristo, el cual se compara con el sembrador de la parábola del Evangelio y, no solo eso, sino que también nos recuerda que la semilla es su Palabra, y todo aquel que escucha y acoge su Palabra, da frutos.
¿Qué poder tiene la Palabra de Cristo? Nos hace participes del Reino de Dios: aunque nos encontremos en el mundo, no somos del mundo; llevamos en nuestro interior una semilla de eternidad, nos vamos trasformando en hombres que llevan una vida buena, animada por el amor.
Lo que hace el sembrador, “arrojar la semilla”, es un gesto de total confianza y esperanza. Es cierto, se necesita de mucho trabajo por parte del hombre, pero hay un gran lapso en donde tiene que esperar, sabiendo que muchos factores irán determinando el éxito de la cosecha, incluso corriendo el riesgo de un total fracaso.
No obstante, aún con todo el riesgo que eso implica, año tras año el sembrador repite ese gesto y arroja la semilla generosamente. En el momento en el que esa semilla se convierta en espiga y contemple que en sus campos abunda la cosecha, se llenará de alegría, puesto que ha visto que su generosidad ha dado resultado.
Sin duda alguna la Palabra de Dios sigue obrando maravillas en la historia del hombre. La intervención divina, cuando se manifiesta en toda su plenitud, nos muestra el amor desbordante de Dios por los suyos y nos impulsa a dar frutos abundantes en nuestra vida.
Esto lo entendieron perfectamente los Obispos Tito y Timoteo, santos que el día de hoy recordamos. Ellos vivieron e hicieron todo aquello que el Apóstol les recomendó: “Vivan su fe sinceramente” (cfr. Tm 1, 1ss). Estos santos fueron tierra fértil dónde la Palabra de Dios dio frutos y, a su vez, pudo ser capaz de llegar a mas corazones, debido al arduo trabajo que realizaron los Obispos por cuidar a la grey que el Señor les había encomendado.
Ahora bien, es importante destacar la disponibilidad de estos dos Obispos por colaborar en el proyecto salvífico del Señor. La Sagrada Escritura nos muestra la disponibilidad que tenían estos hombres para asumir las diferentes tareas que san Pablo les pedía llevar a cabo. Es decir, su testimonio nos enseña a servir al Evangelio con generosidad.
También nosotros acojamos la recomendación que San Pablo hace a Tito en la carta que le dirige: “Quiero que te mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras, ya que esto es bueno y provechoso para los hombres” (cfr. Tt 3, 8). Con nuestro compromiso concreto, debemos y podemos descubrir la verdad de esta Palabra y realizar en este tiempo obras buenas para manifestar al mundo el amor de Dios.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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