Lunes III Tiempo de Cuaresma
II R 5, 1-15a
Sal 41
Lc 4, 24-30
El día de hoy la liturgia de la Palabra nos habla sobre la indignación. En la primera lectura, Naamán el sirio, se indigna con el profeta Eliseo por la manera en que le ofrece la curación: “ve y lávate siete veces en el río Jordán”. El leproso no aprecia el modo tan sencillo en el que será sanado. Lo mismo sucede con los habitantes de Nazaret ante las palabras de Jesús.
Con esto, caemos en la cuenta de aquella indignación que se apodera de nosotros: nos llenamos de indignación ante el plan que Dios tiene para nosotros; nos encolerizamos de que no siga nuestros esquemas; nos irrita que el Señor no piense como nosotros pensamos.
Cabría entonces preguntarnos: ¿Por qué ese desprecio ante Dios? ¿Por qué llenarnos de indignación ante sus designios salvadores? Porque nos sucede lo mismo que en el tiempo del profeta Eliseo y que el pueblo de Nazaret: seguimos esperando un gran acontecimiento de parte de Dios para creerle, para fiarnos completamente en Él.
En nuestra imaginación, seguimos pensando que la salvación debe venir de una manera grande, de algo majestuoso. Creemos que solo nos pueden salvar los poderosos, los que son fuertes, los que tienen poder, los que poseen riquezas. Pero el plan de Dios es otro, ya que la salvación viene de lo pequeño, de las cosas tan sencillez que hace Dios por nosotros.
Cuando Jesús propone la salvación a su pueblo no lo hace hablando de grandes acontecimientos, sino de cosas pequeñas: las parábolas (la semilla de mostaza, Mc 4, 30-32; la levadura que fermenta toda la masa, Lc 13, 20-21), las bienaventuranzas (Mt 5, 3-12), el juicio final (Mt 25, 31-46).
El Señor nos recuerda que tenemos que buscar nuestra salvación en lo sencillo. Por eso nos indignamos, porque muchas veces preferimos buscar la salvación en el poder, en los negocios, en el placer, etc.
Sería un buen propósito en esta Cuaresma reflexionar sobre este aspecto: pensar en todo aquello que me indigna, en las cosas que me roban la paz. La indignación no puede entrar en los planes y proyectos del cristiano, no tiene lugar en su deseo de santidad. Démonos la oportunidad de quitar toda indignación que no nos permita descubrir las maravillas que Dios hace por nosotros desde lo pequeño, desde lo sencillo.
Que bien nos hará darnos un tiempo para reflexionar sobre este aspecto. Abramos los ojos del corazón, estemos atentos que es lo que sucede en nuestro corazón. Si habita la indignación, pidámosle la gracia al Señor de entender que la salvación nos viene desde la cruz, es decir, desde el anonadamiento, desde el hecho de que Él se hace pequeño por nuestra salvación.
Dios nos muestra su grandeza desde lo pequeño. No lo dudes más. Confía en el Señor: Él quiere salvarte desde lo sencillo.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
Comentarios
Publicar un comentario