Ir al contenido principal

"Jesús: fuente de salvación"

 Martes IV Tiempo de Cuaresma


Ez 47, 1-9. 12

Sal 45

Jn 5, 1-16



    ¡Qué fácil es decir treinta y ocho años! Sin embargo, todos sabemos lo largo que este tiempo puede llegar a ser. Ahora, imaginemos todo lo que tuvo que esperar aquel hombre para poder quedar curado. Cuántas cosas pueden pasar en tanto tiempo: infinidad de hojas caídas de los árboles, una inmensa cantidad de intentos fallidos por llegar primero a la piscina, la impotencia y el abandono por no obtener lo que quería.


    Pero se presenta una oportunidad de oro. Ahora el paralítico conoce la gracia de una Persona, que habla con palabras esperanzadoras. Aquel enfermo se da cuenta de lo que el Salmo nos dice: “es inútil que madrugues, que vigiles hasta muy tarde, que comas el pan con fatiga: Dios lo da a sus amigos mientras duermen” (Sal 126, 2).


    Como todo buen israelita, el hombre enfermo se había acercado a la piscina en la búsqueda de su salud. Estaba convencido de la fuerza sanadora del agua de aquella fuente. Jesús se acercó a el enfermo y desea ayudarle de verdad, más aún, quería revelarle que Él era la “fuente de la salvación” capaz de curar a toda la humanidad. 


    Tanto tiempo luchando por llegar primero a la piscina y ahora le bastan unas cuantas palabras de un desconocido para quedar curado: “¿Quieres curarte?... Levántate, toma tu camilla y anda”. Y ahí lo tenemos: un hombre erguido, cargando su camilla, quedando completamente sano.


    La Sagrada Escritura no nos dice nada al respecto de que si el hombre había creído en Jesús. Lo que sí contemplamos es que se da de nuevo encuentro con Jesús, el cual le da un aviso saludable para su futuro: “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor”.


    Tristemente no siempre hemos sabido ser agradecidos con el Señor por el bien que nos hace. Basta con recordar la historia de los diez leprosos que nos narra San Lucas: sólo uno samaritano vuelve para agradecer a Jesús y dar gloria a Dios por el don recibido.


    Nos haría muy bien volver al Señor más conscientes de todo lo bueno que Él nos ha dado, de todas las enfermedades que nos ha curado, de todos los pecados que nos ha perdonado, de todas aquellas oportunidades que nos ha otorgado para ser mejores. Volver a Dios puede ser la clave para darle una orientación decisiva a nuestra vida y abandonarnos completamente a Él.


    La Cuaresma es una oportunidad maravillosa de purificación, un tiempo especial de encuentro con la salvación de Dios. Nosotros, los católicos, no tenemos permitido “echar en saco roto” la gracia del Señor. Sabemos que necesitamos que Jesús nos cure y compartir nuestra vida purificada con quienes esperan ayuda. Esa es la mejor manera de anunciar que Jesús es quien sana de todas nuestras enfermedades, dolencias y pecados. 


    Hoy, como Jesús, extendamos la mano para ayudar a quien más lo necesite, puesto que el mismo Señor es el que nos ha enseñado lo que tenemos que hacer por los demás.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pa...

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta...

Renovémonos

Lunes de la segunda semana de Pascua Hch 4, 23-31 Sal 2 Jn 3, 1-8     Todo camino comienza con el primer paso y para poder llegar al destino que se tiene en mente, es necesario tener determinación. Pues eso es lo que podemos ver en Nicodemo al salir de noche al encuentro de Jesús y hacer tan hermosa afirmación: “Maestro, sabemos que tú has venido de Dios…nadie puede hacer los signos que Tú haces, si Dios no está contigo”.       Es evidente que todo itinerario de fe empieza con disponibilidad. Sí, es cierto, Nicodemo tenía disponibilidad, pero todavía estaba muy lejos de captar el misterio de la persona de Jesús y por ende de comprender su doctrina sobre el nuevo nacimiento. Cristo desbarata la lógica humana del fariseo y lo introduce en el misterio del Reino de Dios.      Esto que hemos visto anteriormente surge cuando el hombre renace del agua y del Espíritu. Solo así podemos entender el misterio del Reino de Dios, volvi...