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"¿Qué tan duro está el corazón?"

 Jueves IV Tiempo de Cuaresma


Ex 32, 7-14

Sal 105

Jn 5, 31-47



    En ocasiones que rápido nos olvidamos de la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Cuántas veces no hemos salido de una confesión y hemos pecado casi de inmediato? ¿Cuántas veces no hemos salido de misa juzgando al prójimo? ¿Cuántas veces no hemos hablado mal de la Iglesia (como institución humana) criticando su manera de ser? ¿No estaremos cayendo en el mismo error que el pueblo de Israel? ¿No nos habremos pervertido y nos habremos apartado del camino que el Señor nos ha señalado? En ocasiones, seguimos siendo ese pueblo de cabeza dura. 


    Pero nosotros tenemos a quien interceda por nosotros: Jesucristo. ¿Qué sería de nosotros en estos momentos si el Señor no estuviera con nosotros? Hoy Jesús, como Moisés, intercede ante el Padre diciendo: ¿Vas a dejar que hablen de ti al hacerlos morir en el desierto? ¿Vas a dejar que en estos momentos difíciles que viven como humanidad su fe decaiga? ¿Vas a dejar que tu amada Iglesia se pierda por cañadas oscuras? Estoy seguro de que Dios no nos dejará nunca solos. Él está, ahora más que nunca, escuchando nuestra suplicas. No dejemos que estos tiempo nos haga construirnos nuevos becerros de oro: hacernos adictos a las redes sociales, desperdiciar el tiempo innecesariamente, dejar que la pereza nos domine y no hagamos nada de provecho, dejando la oración de lado, etc.


    Llevar una vida verdaderamente de creyente nos hará sentirnos dependientes de Dios. Todo lo de alrededor pasara a un plano secundario. De esta vida, brotarán actitudes y practicas que caracterizarán al creyente. El que cree, es aquel que incluso en la prueba, no abandona a Dios, sino que vuelve siempre a Él. Por eso respondamos como en el salmo: “Perdona señor las culpas que he cometido”. 


    Es tiempo de dar testimonio de Dios. Es ahora cuando tenemos que demostrar que todo lo que sucede en este mundo es para testimoniar la presencia de Dios, puesto que no solo basta con conocer a Dios, sino vivir por y para Él; no solo basta la fe, sino debemos de actuar según esa fe.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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