Domingo de Resurrección
Ciclo “C”
Hch 10, 34. 37-43
Sal 117
I Co 5, 6b-8
Jn 20, 1-9
Toda nuestra vida de creyente procede de la experiencia del misterio pascual, del encuentro con Cristo Resucitado. La resurrección de Cristo es tan concreta que se puede describe con dos acciones: “comimos y bebimos con él” (actualmente pueden ser muchas más acciones; oramos, contemplamos, veneramos, adoramos, bendecimos al Señor). Nuestra propia vivencia nos puede mostrar que Jesucristo ha resucitado de verdad.
El encuentro con Cristo Resucitado determina la conducta y el comportamiento del cristiano. Por ello ahora debemos de suprimir la nueva levadura y hacer una nueva masa con la nueva levadura. Antes podíamos haber vivido en nuestro pecado, ahora tenemos que vivir envueltos en la luz del resucitado, Jesucristo el Señor. No permitamos que la vieja levadura (signo de corrupción y pecado) contamine la nueva vida que hemos recibido del Señor.
En el evangelio nos encontramos con la fidelidad (el prototipo de ella será María Magdalena). Pero esa fidelidad no siempre resulta del todo plena, puesto que ella, que había estado con el Maestro, no había entendido que el cuerpo de Cristo no había sido robado, sino que Dios lo había resucitado. En estos días que estamos viviendo, puede ser que nuestra fidelidad al Señor se haya también desvirtuado; puede ser que, en este tiempo de crisis, contingencia, no nos percatemos de que el Señor sigue estando en medio de nosotros, que Cristo viene a resucitar nuestro amor y esperanza.
Dominada por la realidad corre a Pedro y a Juan a denunciar la ausencia del Señor. Nosotros, también cuando somos dominados por ese temor, corremos a buscar al Señor. Ahora es cuando más debemos de correr a encontrarnos con Cristo vivo; hoy más que nunca necesitamos estar en esta sintonía de fe, de correr al encuentro del Señor Resucitado.
Hermanos, busquemos a Jesús entre los vivos, no entre los muertos, puesto que Él ha Resucitado. Que en estos tiempos tan difíciles la Esperanza de la Resurrección nos lleve a vivir plenamente, como nueva levadura, como creyentes renovados y puesta nuestra fe en Jesús podamos dar testimonio con nuestra propia vida.
Feliz Pascua de Resurrección.
Pbro. José Gerardo Moya Soto
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