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"Dios es perdón y amor"

 Martes de la  XI semana Tiempo Ordinario


I Re 21, 17-29

Sal 50

Mt 5, 43-48



    Si algo aborrece el Señor en la vida del hombre, es el pecado, puesto que Él sabe que destruye su vida, nos aleja del amor del Padre y nos hace perder la relación fraterna con el prójimo, convirtiéndolo en enemigo. 


    Ahora, este mal no puede ser superado sólo por la voluntad humana, sino que necesita de Dios. Por ello no dudó en enviar a su propio Hijo a morir por nosotros y otorgarnos así el perdón de los pecados y poder acceder a la Vida Eterna.


    A pesar de lo débil que podamos ser, de lo vulnerables que somos ante el pecado, volvamos siempre al Señor con un corazón contrito y humillado, puesto que sabemos que Dios nunca rechaza un corazón así. Cuando nos presentamos con pleno arrepentimiento ante Dios, Él nos perdonará, nos dará la gracia que hemos perdido y nos conducirá de nuevo por el camino de salvación.


    Dios, al ver la actitud del Rey Ajab, no dudo en perdonarlo puesto que nuestro Dios es un Dios de amor. El mismo Juan lo dice en la primera de sus epístolas: “Dios es amor” (I Jn 4, 8). El Señor se inclina con amor y misericordia al corazón arrepentido, aquel que se ha humillado, que busca quedar purificado de todos sus delitos. Por lo tanto, es importante dejarnos abrazar por el amor del Padre, experimentarlo en nuestra propia carne a través del perdón. 


    Así, experimentando el amor de Dios Padre, tendremos un criterio para amar a nuestro prójimo. El Padre nos ofrece su perdón por medio del sacramento de la reconciliación, para que así podamos amar como Él nos ama y poder perdonar las faltas que el prójimo tiene para conmigo.


    En ocasiones podemos caer en injusticias, egoísmos, cerrazón. Muchas veces los sentimientos de odio, rencor, venganza, injusticia, quieren dominar el corazón del hombre. Por ello, debemos de anunciar con lealtad y amor sincero el Evangelio de salvación: a quienes nos persiguen, debemos de responder con perdón, con la oración por él, etc. El amor hacia nuestros hermanos lo hemos de vivir al estilo y ejemplo de Cristo.


    Que el Señor nos conceda la gracia de hacer el bien a todos los que nos persiguen, nos calumnian e injurian y, amando a nuestro prójimo de la misma manera en que Dios nos amó primero, podamos ir perfeccionándonos día a día para ser imagen y semejanza de nuestro Padre Celestial: “Ustedes pues, sean perfectos, como su Padre Celestial es perfecto”.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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