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"Tú eres sacerdote para siempre"

 Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

Fiesta


Heb 10, 12-23

Sal 39

Lc 22, 14-20



    El anhelo más grande en el corazón del hombre tiene que ser el estar eternamente con Dios. El mismo San Agustín lo decía: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que repose en ti”. Pero ¿cómo podemos llegar a tan sublime lugar si nuestro corazón está manchado por el pecado? Por medio del Santo Sacrificio de Cristo hemos sido santificados, de tal modo, nuestros pecados son perdonados y así alcancemos el poder participar de la ciudad celeste.


    Todos los que por medio de la fe aceptamos a Cristo y su plan de salvación, participamos ya desde ahora de la vida que Él nos ofrece, llegando a su plenitud cuando estemos juntos en el cielo. Por ello, debemos de aprovechar la gracia que hoy Dios nos ofrece por medio de la Eucaristía. Acojamos a Cristo para que Él perdono nuestros pecados y nos conceda la vida eterna. 


    Por el bautizo, todos hemos sido incorporados a la Iglesia de Dios y gozamos de su triple ministerio: Cristo Profeta, Cristo Sacerdote y Cristo Rey. La acción sacerdotal de la Iglesia consistirá en seguir el camino de amor y fidelidad del Señor. Por eso es necesario seguir sus huellas, aceptando todos los riesgos que vengan, sabiendo que hemos recibido un Espíritu de Valentía, el cual nos impulsa a anunciar la Buena Nueva.


    Cristo ha abolido la antigua Pascua judía. Celebrar el Memorial de la Pascua del Señor es seguir haciéndolo presente en medio de nosotros, no sólo bajo las apariencias de pan y vino, sino que esta verdaderamente en su persona. Su presencia en la Eucaristía es una presencia real con toda su fuerza salvadora.


    El Señor nos reúne en cada Eucaristía a celebrar diferentes aspectos de nuestro ser como creyentes: celebramos la Pascua Nueva, la Victoria de Jesús al haber vencido el pecado por su muerte y resurrección; celebramos también la liberación de las ataduras del pecado; se celebra ser el Nuevo Pueblo de Dios, hijos que siguen el camino de Cristo, el camino de la salvación.


    Celebrar a Cristo Sumo y Eterno sacerdote nos hace recordarlo como un Sacerdote Misericordioso. Por medio de su ofrenda, hemos recibido el perdón de nuestros pecados. Jesucristo nos ha mostrado una nueva dimensión de la misericordia de Dios, la más conmovedora, porque se ha basado en su propio sufrimiento: el convivir con los enfermos, los pobres, los pequeños, con los pecadores, es una misericordia definida desde el amor generoso, de una compasión que brota de lo más profundo de su corazón.


    Les invito hermanos a que oren y den gracias a Dios por aquellos hombres que Dios ha elegido para hacer las veces de Cristo aquí en la tierra. Que el mismo Padre nos inspire ser dóciles a la voz de su Espíritu Santo y busquemos ser siempre aquel Cristo que prometimos ser en nuestra vida.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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