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"¡Ánimo! No temas. El Señor vendrá a salvarte".

 III Domingo de Adviento Ciclo “A”


Is 35, 1-6a. 10

Sal 145

St 5, 7-10

Mt 11, 2-11


    Seguimos ahondando en este tiempo de Adviento: tiempo de preparación, de cambio, de conversión. Por eso, tenemos que recordar y motivarnos, como diría Isaías en su primera lectura; ¡Ánimo! No teman. Ya viene nuestro Dios a salvarnos. 


    Puede ser que ya nos hayamos aclimatado a este tiempo, que ya nos estemos acostumbrando a lo mismo de siempre, pero que, en el fondo de nuestra persona, no haya un verdadero deseo de cambiar nuestra manera de vivir y de preparar el camino del Señor. Tenemos que despertar, despabilar, ponernos a trabajar: ¡Ánimo! No Temas. El Señor viene para salvarnos. 


    Si nuestro pensamiento, nuestro interior se fuera preparando, podríamos descubrir que el Mesías esta cerca, que ya viene, puesto que comienzan a verse los signos que lo acompañan: "los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos brincan como un ciervo, los mudos cantan, los muertos resucitan", los hombres se convierten de su mal camino, los enemigos se reconcilian, los hijos obedecen a sus padres, los padres cuidan  y protegen a sus hijos, etc.


    ¿Qué esperas ver? ¿Cosas extraordinarias? Eso pasa en los espectáculos de Las Vegas. ¿Actividades paranormales? Eso lo ves en el programa de Carlos Trejo. Nosotros queremos contemplar a un profeta, a un enviado de Dios que nos invita a seguir preparando el camino. Por eso busquemos lo que es necesario en nuestra vida, lo esencial de la misma: ¡Ánimo! No Temas. Dios viene a salvarte.


    Seamos pacientes, como ese labrador, que con esperanza espera cosechar sus frutos. Tenemos que mantenernos firmes, sabiendo que el Señor esta muy cerca. No desperdiciemos la gracia que Dios nos da, echándola en saco roto: juzgando al hermano, buscando la teatralidad a nuestro entorno… sino todo lo contrario, soportemos con amor las pruebas y sufrimientos que se pueden presentar en nuestra vida: ¡Ánimo! No Temas. Dios ya viene para darte la salvación.


    Hermanos, alegrémonos, porque nosotros esperamos la venida del Señor. Vayamos con gozo, cantando jubilosos, alegres de saber que estamos en constante vigilancia, con un corazón dispuesto, sabiendo que Jesús está llevando en nosotros el cambio.


    Que el Señor nos de la convicción y la sabiduría que animaba a Isaías, Santiago, Juan el Bautista, que supieron que Dios era quien realizaba las obras de sus manos; que nos otorgue la paciencia del sembrador, para sembrar esperanza; que reavive en nosotros la memoria de todos los beneficios que hemos recibido, para así mantenernos firmes y alegres a lo que nos ha llamado: ¡Ánimo! No temas. El Señor, tu Dios, vendrá a salvarte.


Pbro. José Gerardo Moya Soto

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