Ir al contenido principal

"Dios nos quiere consolar"

 Martes II Tiempo de Adviento 


Is 40, 1-11

Sal 95

Mt 18, 12-14


    El profeta Isaías viene a ser el portador de una voz la cual busca ser  consuelo para el afligido, y esta llamada viene a ser un adelanto de un Dios que perdona a través de su palabra y que va al encuentro de los desterrados, que allana lo escabroso; es una palabra que permanece siempre; es una palabra que construye donde sólo hay destrucción.


    El destierro es una forma de arrancar de raíz a todo un pueblo de sus valores, de su cultura, una forma deshumanizada de arrancar de raíz toda acción divina-creadora. Actualmente podemos pensar en los refugiados que ha generado la guerra y el terrorismo actual.


    ¿Quién reconstruirá esos pueblos? Sólo la memoria de quienes superen tales realidades, y con la fuerza de Dios vuelvan a reestructurar sus vidas con un aliento de esperanza. Llevarles el consuelo de Dios es una acción profética tan actual que hace falta mucho coraje para permanecer de pie y admirar su aguante y su coraje. Muchas colinas han de subir, muchos terrenos escabrosos tendrán que superar, la palabra de consuelo entre ellos será una palabra que permanecerá siempre, y será una palabra recreacional.


    Pero no sólo habrá que reconstruir casas y personas. La acción profética del consuelo tendrá que llegar para una reconciliación posible con el mismo Dios.


    En el Evangelio para Jesús, en el Reino de los cielos, todos son importantes, sobre todo aquel que se pierde. Este focaliza más la atención de Dios Padre. Nadie pasa desapercibido para Dios. Para Él todos cuentan.


    Dios no es como nosotros que mientras servimos para algo (una misión, un compromiso, un interés) estamos en el candelero, pero cuando no cumplimos con los cánones establecidos por la sociedad ya sobramos, somos desplazados, abandonados a la suerte de Dios. Lo hacemos con los ancianos, con los débiles, con los enfermos, etc. Si no cumplimos unos cánones de productividad la condena de la inutilidad está servida.


    Por eso la parábola de la oveja perdida está aún vigente en nuestros días. Dios va en busca de quien se ha perdido por el camino de la irracionalidad deshumanizada y desagradecida. Las comunidades cristianas y religiosas pueden ser ese ámbito profético donde la parábola de la oveja perdida se cumpla, siendo testimonio de acogida y atención de esas personas, porque son nuestra memoria cristiana y testimonial de nuestra fe.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pase sin que Él toque y cambie el corazón

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta que recordemos algunos ejemplos: la madre de San

"Tú + Yo = Nosotros"

Martes de la segunda semana de Pascua  Hch 4, 32-37 Sal 92 Juan 3, 7-15      Así como Nicodemo, también nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser posible que la primera comunidad tuviera todo en común? ¿Cómo alguien puede vender su campo y disponer el dinero a la disposición de los Apóstoles? Sin duda alguna, Jesús nos da una bella respuesta en una de sus parábolas: “quien encuentra la perla preciosa, vende todo lo que tiene para poder comprarla” (Mt 13, 45).      Esa realidad sólo puede ser posible por medio del Espíritu Santo, que es el encargado de sostener en medio de la tempestad, que es quien llena de fortaleza el corazón en estos momentos de contingencia. Es el mismo Espíritu el que borra todo deseo egoísta y nos lleva a disponer todo lo que tenemos a los otros.      El cristiano que deja que Dios sea el centro de su corazón, todo lo que posee (material o espiritual) lo podrá ofrecer y presentar a cualquier persona, puesto que en