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"¿Somos luz para Dios y los demás?"

 Viernes III Tiempo de Adviento


Is 56, 1-3. 6-8

Sal 66

Jn 5, 33-36


    Dichoso el hombre que prepara los caminos del Señor practicando la justicia y “guardando su mano de obrar el mal”. Y es lo que Dios quiere para todos. Por ello, reiteradamente nos invita por medio de los profetas a vivir preparados, con las lámparas encendidas, “porque la salvación está para llegar y su victoria se revelará”.

 

    Dios ya no hace distinción. Nadie tiene que sentirse excluido de su proyecto salvífico. Todos aquellos hombres de buena voluntad serán admitidos en su Reino. Todas aquellas personas dispuestas a obrar bien se salvarán. Ya no es cuestión de raza, sino de cómo nos comportamos delante de Dios.

 

    El Salmo 66 quiere hacer un realce de esto: “que todos los pueblos te alaben… que conozca la tierra tus caminos… que todos los pueblos se salven”.

 

    Por eso, Juan Bautista ha anunciado que el tiempo ha llegado, que es necesario acercarnos definitivamente al Mesías: “Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos”. Juan “ha dado testimonio de la verdad”. Él no es la luz, pero sí “la lámpara que ardía y brillaba”.

 

    De aquí, pues, que la liturgia de este día nos invite a pensar si también nosotros, a ejemplo de Juan y los profetas, somos lámparas que dan luz, seres que iluminemos a otros, si somos puntos de referencia para direccionar a Jesús, si podemos orientar a otros por el camino del bien.

 

    Son las obras las que hablarán, el estilo de vida que hemos ido adquiriendo en este tiempo. ¿Aún no vez cambios en ti? ¿No somos luz para Dios y los demás? Estamos a tiempo de despertar, de cambiar nuestras actitudes. El Adviento que nos pide celebrar el Señor, es un Adviento de cercanía, de aceptación, de entrega a los demás.

 

    El hombre de Dios, aquel que teme a su Señor, no puede desear otra cosa que la salvación, la cual es Jesucristo. Es a Él a quien el corazón desea ardientemente, hacia Aquel que volvemos con todas nuestras fuerzas. De ese modo, cuanto más se compromete el corazón del hombre estar unido a su Salvador, más es capaz de consumirse por Él.

 

    Que tu gracia, Señor, nos disponga y nos siga ayudando siempre, para que quienes aguardamos con anhelo en nuestro corazón la venida de tu Hijo, consigamos tu auxilio para la vida presente y para la futura”.



Pbro. José Gerardo Moya Soto

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