Ir al contenido principal

¡Sorpresa!

Lunes I Tiempo de Adviento 


Is 4, 2-6

Sal 121

Mt 8, 5-11



    Al comenzar el tiempo del Adviento todo cristiano prepara su corazón para encontrarse con Jesús. Por ello, la Liturgia nos viene a proponer diversos y numerosos encuentros con el Salvador.

 

    El tiempo del Adviento viene a ser un tiempo propicio para transformar el corazón, corrigiendo el camino para que se dé el encuentro con el Señor. Podemos decir que es un periodo para ponernos en movimiento; dejar de lado la vida acomodada, salir de nuestra zona de confort.

 

    A muchos de nosotros nos gustan las sorpresas: que nos sorprendan con un detalle el día de nuestro cumpleaños; que nos admiremos de los elogios que se nos hacen; que nos maravillemos por los resultados que podemos alcanzar con nuestro esfuerzo y dedicación. Pero hay una sorpresa todavía más grande: en este camino que estamos dispuestos a emprender en el Adviento, Cristo sale a nuestro encuentro, Él hace su camino para encontrarnos.

 

    En este periodo que estamos comenzando y durante toda nuestra vida, el Señor nos acompaña. Sabe todas las veces que hemos salido a buscarlo y Él se hace el encontradizo. Bien lo decía el Papa Benedicto: “la fe no es una teoría, sino que es un encuentro. Un encuentro con Jesús”. Pues esta es la gracia que hoy le pedimos a Dios: que nos conceda la voluntad de salir a su encuentro y de que Él nos encuentre. 

 

    Ahora bien, el Evangelio emplea una afirmación sorprendente: “Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús”. Hasta ahora solo habíamos contemplado como la gente se admiraba de Él. Nos cuenta san Lucas que su padre y su madre estaban admirados de las cosas que salían de sus labios (Lc 2, 48); Mateo nos relata como los discípulos quedaron admirados al ver cómo una higuera quedaba seca por la sentencia de Jesús (Mt 21, 20); Marcos nos narra que los mismos que oían a Jesús quedaban admirados con sus conocimiento y sabiduría (Mc 6, 2).

 

    Estamos acostumbrados a ser nosotros los que nos admiramos del ser y quehacer del Señor. ¿Y si ahora cambiamos la perspectiva? ¿Por qué no ahora somos nosotros los que sorprendemos a Dios a ejemplo de aquel centurión? ¿Por qué no direccionamos nuestros pensamientos y acciones a encontrarnos con Él y su amor?

 

    Podríamos cuestionarnos: ¿cómo podemos admirar al Señor? ¿Qué hemos de hacer para sorprender a Dios? En ocasiones pensamos que para poder sorprender a Dios debe darse de una manera magistral. Pero no es así. No es necesario hacer cosas sobrenaturales. Basta con lo sencillo, lo humilde: manifestarle nuestra fe.

 

    ¿Qué actitudes deben suscitarse en el corazón para tener un verdadero encuentro con el Señor? ¿Cómo manifestar mi fe al Señor? ¿Por qué Dios me permite comenzar un nuevo Adviento? ¿Hacia dónde direccionaré mis pasos en este tiempo de gracia?

 

    Cada uno de nosotros tiene la respuesta. Y nosotros: ¿qué vamos a hacer?



Pbro. José Gerardo Moya Soto

Comentarios

  1. Muchas gracias Padre excelente tenerlo de vuelta que Dios bendiga siempre

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una Vida nueva..

Viernes de la octava de Pascua  Hch 4, 1-12 Sal 117 Jn 21, 1-14      ¿Qué le está pasando a Pedro? Parecería que no es el mismo que había llamado Cristo: parece un impostor. ¿Qué no había negado tres veces al Maestro? ¿Qué no le había prometido dar la vida por Él y salió corriendo? Entonces ¿qué mosca le picó? ¿Qué pasó con ese Pedro pecador, frágil, cobarde? Fácil de responder: tuvo un encuentro personal con Jesús resucitado. La Pascua viene a ser un tiempo propicio para que se de ese encuentro con el Resucitado.      Cabria preguntarnos entonces: ¿cómo se dará ese encuentro con el resucitado? En ocasiones nos podemos equivocar si pensamos que Jesús solo se encuentra en los templos o en la intimidad de la oración. Jesús se hace presente en todos los lugares de nuestra vida: trabajo, casa, oficina, escuela, etc.  Jesús sale a nuestro encuentro en cualquier instante de nuestra existencia. No dejemos que este tiempo de gracia pase sin que Él toque y cambie el corazón

"Dios nos hace dignos"

  Sábado XII semana Tiempo Ordinario Gn 18, 1-15 Lc 1 Mt, 8, 5-17      La escena que reflexionamos en la primera lectura es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré: son tres hombres, pero parece que es sólo uno; son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo, parece que es el mismo Dios. Abraham sigue siendo un modelo de fe y ahora, como buen hombre que es, nos muestra cómo debemos de acoger en nosotros la voluntad de Dios.      Hemos de estar atentos a la manera en la que Dios no visita, ya que muchas veces se reviste de lo ordinario o de lo extraordinario. Tenemos que aprender a descubrirlo en las personas, en los acontecimientos que nos suceden, en la misma naturaleza que nos habla de su excelsa gloria, etc.      Por otra parte, llama la atención y parecería que Dios tiene un gusto muy peculiar por elegir, para su obra redentora, personas débiles, a matrimonios ancianos y hasta estériles. Basta que recordemos algunos ejemplos: la madre de San

"Tú + Yo = Nosotros"

Martes de la segunda semana de Pascua  Hch 4, 32-37 Sal 92 Juan 3, 7-15      Así como Nicodemo, también nosotros podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser posible que la primera comunidad tuviera todo en común? ¿Cómo alguien puede vender su campo y disponer el dinero a la disposición de los Apóstoles? Sin duda alguna, Jesús nos da una bella respuesta en una de sus parábolas: “quien encuentra la perla preciosa, vende todo lo que tiene para poder comprarla” (Mt 13, 45).      Esa realidad sólo puede ser posible por medio del Espíritu Santo, que es el encargado de sostener en medio de la tempestad, que es quien llena de fortaleza el corazón en estos momentos de contingencia. Es el mismo Espíritu el que borra todo deseo egoísta y nos lleva a disponer todo lo que tenemos a los otros.      El cristiano que deja que Dios sea el centro de su corazón, todo lo que posee (material o espiritual) lo podrá ofrecer y presentar a cualquier persona, puesto que en