Martes XXII semana Tiempo Ordinario I Tes 5, 1-6. 9-11 Sal 26 Lc 4, 31-37 Jesucristo, que es la “luz del mundo” (cfr. Jn 8, 12), ha iluminado todos los rincones de nuestra existencia, desde el momento de nuestra concepción, hasta el instante en que partamos de este mundo. Es por esto lo que podemos decir que nosotros somos “hijos de la luz e hijos del día; no lo somos de la noche ni de las tinieblas”. Debido a esto, podemos ir encaminando nuestro destino con serenidad, teniendo la certeza de que “Dios no nos ha destinado al castigo o a la perdición, sino a obtener la salvación, la cual nos ha sido otorgada por medio de Jesucristo, el Señor”. De aquí, pues, las palabras del Salmo que hemos escuchado: “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?”. Si por fe, sabemos lo que nos espera después de esta vida, debemos de “mantenernos despiertos, vigilan...
Reflexiones diarias